Actitudes populistas como las que nos inundarán por seis años en México no son precisamente lo mejor. Ese viejo y trillado eslogan de “primero los pobres” que maneja el gobierno es una falacia, porque de todos es sabida la opulencia en que viven nuestros funcionarios, y las migajas que proporcionan a quienes no han tenido la fortuna de contar con un patrimonio.
Cuando se llevó a cabo el cierre unilateral de la calle Hidalgo, el alcalde de Victoria enarboló una bandera tipo lopezobradorista, argumentando que serán “primero los peatones”, y en una foto falsa, por no decir más, y con un taladro puso un mensaje alusivo a ello.
Nada hay más equivocado que pensar en “solo” los pobres o “solo” los pudientes. Entendamos que la calle Hidalgo es un patrimonio de TODOS los victorenses y parte de los que nos visitan: no es propiedad de los que viven o trabajan ahí, y todos tenemos el mismo derecho sobre nuestras calles y avenidas. El populismo que nos invade es enfermizo, burdo, torpe e ilógico.
¿Sabe usted cuántos vehículos hay en Victoria? ¿Se atreve a pensar que la ciudad es solo del peatón?
Entendemos entonces que los que no caminamos por la razón que guste -enfermedad, gusto o antojo- no tenemos prioridad en un gobierno que llegó por un hartazgo, hoy, mal entendido, pero que los llevó a ocupar el edificio del 17 Hidalgo, y ahora se olvidan de las necesidades ciudadanas, dando lugar a sus caprichos y actitudes, insistimos, populistas, que a nada nos van a llevar.
Los victorenses, lejos de ver al alcalde bailando con Celso Piña o en sus clase de zumba, queremos calles en buen estado.
El grave problema de los “políticos” e hoy en día es que deben sacarse la foto para justificar su labor, y dan más importancia a un grotesco y gigantesco cheque, a un moño monumental que a la obra en sí. Lo vemos en cada acto, donde es más importante que vaya a encabezarla que el resultado de ella misma.
El alcalde y sus colaboradores tienen derecho a hacer con su tiempo y vida lo que les venga en gana sin darnos cuenta: son nuestros servidores, no nuestros esclavos, pero tampoco tenemos que aguantar sus caprichos y decisiones equivocadas.
Suponemos que debe haber aunque sea una persona en el gabinete que, en un ataque de cordura le diga que lo que decide es inadecuado, y es de humanos rectificar: no se va a hacer menos importante o menos autoridad si rectifica.
Tan importantes son los peatones como los automovilistas. El error de muchas de nuestras autoridades es que en un populismo la entendido dan prioridad a ciertos grupos como son los peatones, los pobres, los que no pueden andar y demás, olvidándose del resto.
El columnista no recuerda que en la boleta electoral dijera si había que especificar a qué grupo marginado, social o exclusivo pertenecía el votante, por ende, todos fuimos igual de importantes o no, así que, hoy, lo menos que debe hacer es dar la importancia debida a todos.
Alguien debe decirle a las autoridades municipales que se deben a nosotros y están para servirnos, que bajen de su pedestal y se den ese baño de pueblo que debieran tener a diario.
Que no se olviden de sus recorridos de campaña. Muchos de ellos no saben lo que es ver el montó de basura frente a su casa o vivir en una calle olvidada por Dios y los postes de alumbrado o vivir sin tener agua potable durante el día: no saben lo que es vivir en una ciudad con agentes de tránsito que únicamente vigilan para infraccionar y no ayudan en los congestionamientos, y no saben lo que es padecer esas calles totalmente destruidas.
Muchos de ellos ya se olvidaron lo que es ser victorense normal, sin ser un privilegiado peatón o parte de ese grupo social que tiene prebendas singulares. Muchos de ellos se olvidaron de por qué y por quién llegaron a un mal llamado poder.

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