El texto evangélico que se proclama este domingo, Mt 10, 37 – 42, presenta unas palabras desconcertantes de Jesús: “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí”. ¿Qué quiere decir Jesús? ¿No haya que amar al padre y a la madre?
En la ley de Moisés se repite el mandamiento de honrar al padre y a la madre.
¿Qué quiere decir Jesús? Sí, hay que amar, hay que honrar al padre y a la madre. Jesús no lo contradice. Sin embargo, si hay que amar a los progenitores, más aún hay que amarlo a él.
El texto del Evangelio de este domingo presenta dos temas diferentes que se reflejan en las otras lecturas. La primera parte del texto evangélico presenta las condiciones del seguimiento de Jesús: desapego, cruz, disponibilidad total; la segunda parte trata el tema de la acogida y la hospitalidad.
En la carta a los Romanos, segunda lectura, 6, 3 – 4. 8 – 11, san Pablo no sólo describe un rito sacramental; ese rito es signo e iniciación de una nueva existencia. El cristiano prolonga, en cada momento de su vida, el significado y la realidad del Bautismo en el dinamismo pascual de muerte y resurrección. El cristiano debe morir en cada momento al pecado, al egoísmo, el hombre viejo, para resucitar a la vida nueva de amor y de gracia, al Espíritu, al hombre nuevo.
El cristianismo pascual no es sinónimo de facilidad o de fuga del sufrimiento. El esplendor de la mañana de Pascua está siempre precedido por la oscuridad el Viernes Santo. Para seguir a Jesús hace falta pasar inevitablemente por el camino estrecho; pero sólo recorriendo ese camino se llega a la vida; sólo quien pierde su vida por Cristo la encuentra.
Como la aceptación de la cruz es condición esencial para seguir al Señor, también el acoger a los demás (pueden ser los apóstoles, los pobres, los pequeños) con hospitalidad generosa es signo de fidelidad al mandamiento nuevo del amor fraterno sin fronteras. No sólo la acogida del compañero o del amigo; sino la acogida del forastero, del pobre, de quien no puede darnos una recompensa. En el que tiene hambre o sed, en el peregrino, en el enfermo, en el prisionero. Es Jesús el que toca a la puerta del cristiano y pide hospitalidad y ayuda.
En la primera lectura 2 Reyes 4, 8 – 11. 14 – 16, muestra cómo la hospitalidad es fuente de bendición para quien la vive y la practica. En cambio, la manifestación de rechazo o las acciones de intolerancia frente al necesitado revelarían un rostro anticristiano y antievangélico.
¿Cuál es tu actitud como Católico?