Como sociólogo, Hamza Esmili se dedica a temas como desigualdad, radicalización y marginalidad urbana, temas recurrentes. Él vive en Saint Denis, al noreste de Paris. Apareció en las primeras planas de los diarios en el mundo durante los violentos disturbios en Francia 2005.

La población de uno de los departamentos más multicultural de Europa tomó la calle y manifestó su frustración ante el alto desempleo, hostigamiento y brutalidad policial que enfrentaban día tras día. Las protestas se extendieron a todo el país. A 15 años, Saint Denis es uno de los departamentos de Francia que registra la mayor cantidad de crímenes, la más alta tasa de desempleo y de informalidad. Sumado a esto, covid- 19, la convierte en la región con más alta tasa de mortalidad, que golpea fuerte a los franceses y a su economía. El Banco de Francia anunció caída del Producto Interno Bruto (PIB) de 6%, su peor desempeño trimestral desde 1945.

¿Qué piensa del confinamiento, recluir dentro de límites, a residencia obligatoria? Es un concepto burgués, necesario para frenar la pandemia. La idea es que todos tengamos casa individual, en la cual refugiarnos en pandemia o desastre natural. Lo que veo en los barrios pobres no es una realidad rodeada de condiciones insalubres. Hay casas en las que viven 4 o 5 personas por habitación. Viviendas no habitables, en las que no puedes quedarte todo el día pues el espacio no se presta. La idea de confinamiento tiene cierto número de presuposiciones y no corresponde a la realidad de la gente en los barrios pobres.

El confinamiento se basa en una mentira, la idea de que todos estamos confinados. En los barrios de bajos recursos, como Saint Denis, hay gente que trabaja: Obreros, cajeros, guardias de seguridad. Tiene consecuencias dramáticas. Hoy, Sena Saint Denis es uno de los departamentos que registra la más alta tasa de mortalidad en Francia. ¿Cómo se vive el confinamiento en los barrios más pobres? Muy difícil porque la experiencia del aislamiento es difícil de por sí, también porque algunas personas continúan trabajando bajo condiciones sin protección y porque muchos han perdido sus trabajos. Hay trabajadores a los que se les paga su jornada laboral sin declararlo, y en un día perdieron su fuente de ingresos. La experiencia es difícil, para algunos significa volver a la calle. Aquí hay personas sin hogar, refugiados en tiendas de campaña. Y no se ha elaborado ningún plan para atender a esta gente.

En el debate público francés, escuchamos opiniones racistas y clasistas sobre la imposibilidad que tienen los inmigrantes o los hijos de inmigrantes de cumplir con el confinamiento. Es insultante porque niega e ignora la realidad y los problemas de los barrios pobres. Las enfermeras de los hospitales a menudo viven en barrios como Saint Denis. Son ellas quienes se ponen en peligro para curar a la población, lo mismo pasa con las cajeras y con los repartidores de Amazon o la gente que trabaja transportando productos. El 17% de los parisinos abandonó la ciudad para ir a su residencia temporal en el campo, algo que los pobres no se pueden permitir.

Existe una realidad que no es tomada en cuenta ni por el Estado ni por el derecho público. Es autoritarismo. Es decir que la única respuesta del Estado y el derecho público ha sido más presencia policial, opresión y, a veces, violencia. No niego la necesidad de confinar a la gente, pero lo que es cierto es que no todos somos iguales frente a esta medida. Entre aquellos que deben continuar trabajando, o los que no se confinan o no pueden confinarse porque su hábitat no corresponde a las normas que el confinamiento exige, entonces el confinamiento es un lujo.

¿Cómo toma la población los anuncios del gobierno que les exigen que no salgan, que se queden en sus casas y hagan teletrabajo? No significa nada para ellos. Es hablar una lengua que nadie comprende. No se traduce en el día a día de mucha gente. ¿Cómo le dices a una cajera, a un vigilante que haga teletrabajo? ¿No tienen miedo de contagiarse? Claro que sí. Pero ¿qué puedes hacer cuando trabajas en un hospital o te encuentras en situación en la que tienes que alimentar a tu familia? Frecuentemente esta gente trabaja bajo condición que no la protege. Hoy una cajera murió en un supermercado en Saint Denis, ayer, fue un carnicero. La gente muere porque las circunstancias les obligan a continuar trabajando. Esto genera miedo y rabia a la vez, se sienten abandonados. Es como si la vida de los pobres no tuviera ningún valor.

¿Crees que es posible permanecer confinado cuando se vive en un barrio marginal en América Latina, el Sudeste Asiático o África? El caso brasileño es complicado. Allí el presidente niega la realidad de la pandemia. En Marruecos, el confinamiento es muy difícil pues la mayoría de la población vive de la economía informal. Hemos visto manifestaciones en El Líbano, Túnez y otros países donde la gente dice: El coronavirus mata, pero mata menos que el hambre; el hambre mata a ciencia cierta.

Hay gobiernos inconsistentes en el trato de la crisis. Francia mantuvo las elecciones municipales cuando la epidemia se fortalecía. Hay gobiernos que no saben cómo manejar la crisis y cambian de opinión contantemente. Estas acciones cobran vidas humanas. Sancionar a individuos mediante presión policial, multas o con prisión, me parece grave y extremo.