¿Por qué nos ha sorprendido tanto la propuesta de amnistía a delincuentes, que Andrés Manuel López Obrador ha hecho pública en diversas ocasiones?
La verdad es que basta lanzar una ojeada al pasado político inmediato del tabasqueño para hacer evidente que ese perdón no es nada nuevo para él. La palabra “Amnistía” es una vieja y conocida amiga.
La aplica con generosidad y desde hace un largo tiempo ha dejado muestras palpables de esa visión personal.
No hay que quebrarse la cabeza para ver ejemplos de que al dueño de MORENA le ha sido y es particularmente usual y hasta agradable, el dispensar su gracia a los violadores de la ley, para hacer el papel de ese mítico personaje de la Iglesia Católica llamado “El Comedor de Pecados”.
Es el mismo que según la leyenda religiosa, ingiere literalmente los desvíos de otros y con esa acción los purifica para evadir el infierno e ingresar sin problemas a la gloria eterna. Ni más ni menos.
Si me permite, expongo sólo una parte de quienes, hoy en el equipo cercano de López Obrador, han sido bendecidos con la anticipada anulación de sus pecados, muy terrenales por cierto:
Manuel Bartlett Díaz, autor de la caída del sistema que le arrebató el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas para llevar a Carlos Salinas a Los Pinos.
René Bejarano, convertido en ícono por el sobrenombre del “Señor de las Ligas” en sus intercambios de favores por dinero.
Alfonso Romo, uno de los empresarios más señalados por sus trapacerías y repudiado en el sector nacional de negocios, a quien el propio AMLO lo llamó rapaz y miembro de la “mafia del poder”.
Esteban Moctezuma, hombre de extrema confianza de Ricardo Salinas Pliego, propietario de TV Azteca, uno de los más beneficiados en el sexenio de Carlos Salinas y por lo tanto, otro más de la “mafia”.
Manuel Camacho Solís, en su momento la mano más siniestra –casi hermano– de Carlos Salinas de Gortari, a quien tanto sataniza Andrés Manuel.
Es un largo recorrido de nombres y apellidos que a mucha gente deben enfermar con sólo recordar sus andanzas. Y hoy, están salvos en alma y patrimonio por el solo hecho de acercarse al Todo Poderoso.
Quién lo diría, la figura que la jerarquía católica tanto niega que exista, en la política mexicana se pasea a sus anchas.
Andrés Manuel, “El Comedor de Pecados”…
UN ESCENARIO PROBABLE
La advertencia lanzada días atrás por Lorenzo Córdova, el titular del Instituto Nacional Electoral, no mueve sólo a la sospecha o a la rumorología. Implica mucho más. Sin apego textual, apuntó:
“Es muy probable que por lo menos dos candidatos a la Presidencia de la República exijan al término del proceso, la nulidad de las elecciones”.
Uff…
¿Sospecha algo?…¿teme algo?…o lo que sería peor: ¿Sabe algo?
La anulación de unos comicios presidenciales de acuerdo a la ley se deriva de diversas irregularidades, pero en particular dos de ellas hacen levantar las cejas:
Una, ejercer violencia física o presión sobre los miembros de la mesa directiva de casilla o sobre los electores, siempre que esos hechos sean determinantes para el resultado de la votación: Dos: impedir sin causa justificada el ejercicio del derecho de voto a los ciudadanos y esto sea determinante para el resultado de la votación.
¿Le parecen posibles esas causales o más grave aún, probables?
Sí, lo parecen.
Las condiciones de violencia en el país pintan un escenario oscuro, donde la ley es en muchos lugares una palabra bonita pero sin valor.
Y lo curioso de todo esto sería algo que no le gustaría al puntero, Andrés Manuel.
Ha impugnado él tantas veces los resultados electorales que no podría negar el derecho a sus contrincantes a una evaluación radical del proceso y por lo tanto, a una eventual anulación.
Uy, espantan…
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