Ahora que está de moda gastar dinero en propaganda política inútil, el Senado de la República promociona que han legislado para proteger a los llamados “dreamers”, que no son más que mexicanos con deseos de superación o arrastrados por sus padres que huyeron de las condiciones de inseguridad y falta de oportunidades de nuestro país, y encontraron cobijo en Estados Unidos de América, hasta que llegó Donald Trump y echó abajo sus planes.

Hoy, son mexicanos deportados –algunos- que están condenados a vivir en México y buscar la manera de concluir sus estudios.

Los legisladores que nos cargamos, muy acomedidos, legislaron por ellos y dicen que hay una ley que les protegerá, a lo que viene la duda sobre si hicieron algo este grupo de vividores por los millones de estudiantes mexicanos que han visto cortadas sus alas de superación, por diversas razones, entre las que destaca el asesinato de sus padres por uno u otro bando, la falta de empleo y el despido injustificado, revanchista y nefasto que se presenta en algunas entidades, porque no tienen dinero para estudiar, o porque las oportunidades son menores.

Increíble: los colegios ligados a algún grupo religioso tienen becas como pago por su incorporación a la SEP o a la Universidad en turno: é”stas las pichicatean”, las cortan, no las cumplen a cabalidad, ¡y eso que viven en Dios y su misericordia!

Y eso hacen los colegios religiosos; hay que ver lo que hacen los otros, que coartan el derecho al estudio de muchos, aunque siempre habrá gobiernos populistas que piensan que todos debemos ir a la Universidad, y a quienes no son capaces de aprobar un examen de admisión les forman universidades y preparatorias “populares”, donde entran todos esos vagos, incapaces de hacer dos

razonamientos juntos, pero que están avalados por gobiernos populacheros, por lo general, de izquierda, una izquierda más falsa que un billete de cuatro pesos.

Esos “dreamers” vendrán y les darán todo, como acostumbra “papá gobierno” tan gentil y paternalista, tan ridículamente generoso con los que les dejan buenos comentarios en prensa.

Pero la verdad sea dicha: la gran mayoría de mexicanos no tenemos ni tuvimos esas oportunidades, y los senadores, esos que cobran como si realmente fueran valiosos y efectivos, nunca levantaron su nefasta mano para aprobar mecanismos de apoyo a nuestros genios y talentos.

Hemos visto infinidad de chicos que tienen un coeficiente muy elevado y lo único que han encontrado es desilusión, porque sus padres no tuvieron con qué darles mejor educación; que acudieron con las autoridades, y éstas solo entregaron becas a sus familiares y amigos, como sucedió en Tamaulipas con la familia del poder que se llevó todo el dinero del mundo, y las oportunidades también, aunque sin merecerlas y hasta ahora, sin castigo alguno.

Nuestros “dreamers” que hoy buscan fuera de la entidad que les vio nacer, una oportunidad para laborar y desarrollarse, toda vez que los gobernantes se pelearon con sus antecesores –solo con los inofensivos, los chiquitos- y no les dieron oportunidad alguna para mostrarse.

Los dreamers miembros de familias allegadas al polder no tendrán problema, porque ellos serán los beneficiarios de esa absurda ley que hacen los senadores, grupo de vividores en el Senado, que para lo único que han servido es para ir a pasear y gastar dinero.

Mucho hubiera gustado al columnista que aquel senador que se paseó en las islas Fidji hubiera puesto sus ojos en ese muchacho que ha tenido que emigrar y buscar las oportunidades que nadie le dio: ni el turista de Fidji en su sexenio ni los subsecuentes, quienes únicamente colocaron a los hijos de sus amigos que hoy cobran y muy bien, sin demostrar capacidad alguna.

Debían haber legislado para que los que trabajan demuestren su capacidad y no sean como ese grupo de vividores que, con el apellido pretenden seguir succionando del presupuesto.

Y hay algunos que, con el apellido encima, se atreven a decirse “honestos”.

¡Vaya cinismo!

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