“Bendita sea esa tu vena de aguas, y vive alegre y contento con la esposa que tomaste en tu juventud. Sea ella tus delicias, como hermosísima cierva, y como gracioso cervatillo; sus cariños sean tu recreo en todo tiempo; busca siempre tu placer en su amor.”(Proverbios 5:18-19)
El hombre que procura la bondad, está consciente de su vulnerabilidad, por ello, siempre pide el auxilio de su Señor cuando se siente tentado; más aquél que no teme a las consecuencias de su ligereza, tratará siempre de ocultar su intensión, pues es tanta la tentación, que de sólo pensarlo ve encendida su pasión.
Todos vivimos una perenne exposición a factores que requieren análisis y reflexión, que por un lado, nos invita a dar el paso para salir de la confusión y por otro nos reta a valorar la fortaleza de los valores que hay en nuestro corazón; si todo fuera seguir los intentos naturales, sin duda seguiríamos siendo solo animales; pero Dios nuestro Señor nos ha obsequiado con amor el don de ser sus hijos espirituales, y nos ofrece como regalo, el reino donde todos somos iguales.
En este largo camino, muchos retos deberemos de enfrentar, en algunos habremos de fracasar y sufriremos dolorosas caídas, pero siempre tendremos la esperanza de múltiples oportunidades para volver a empezar; que cuántas, le preguntas a Jesucristo el redentor, y el con el Sagrado Corazón en la mano, te contesta que todas las que sean necesarias hasta que tu alma se pueda purificar, porque sólo así a su reino podrás entrar.
Hay quienes se dicen ofendidos, y de las heridas jamás quieren sanar, para permanecer escondidos entre el bien y la maldad, mas Dios les ofrece consuelo para que puedan con el perdón descansar, porque de no haber comprendido que todo lo que acontece es obra de mi Señor, para ponernos a prueba y comprobar, si su lección de amor hemos aprendido.
Cuando te preguntes qué se entiende por pecar, para saber si ya has pecado, no te culpes, porque eres un simple mortal, cúlpate de no estar aprovechando la oportunidad para saber lo que es el bien y el mal, y tu conducta poder enmendar.
Nadie te puede juzgar, porque con la vara que te mida será medido, si alguien está libre de culpa, que tire la primera piedra. Tú, el que se dice justo y se siente con la suficiente fuerza moral para enjuiciar, recuerda que en esta vida, nadie a los ojos de Dios es bueno, porque primero tiene que renunciar a sí mismo, para poder amar a su prójimo, como Dios nos ama de verdad y acepta a los que nos dio como título glorioso, el ser aceptados como sus hijos cuando de nuestras heridas espirituales podemos sanar.
Dios mío y Señor mío, dame una y mil oportunidades para poder alcanzar la sabiduría que me haga comprender el verdadero significado del amor, yo sé que tengo mucho por aprender de una palabra viva que parece sencilla, pero que en el intento nos hace padecer, por no renunciar a nuestro egoísmo y nuestro obsesivo intento por ponderar la definición que más nos convenga.
Dios bendiga a nuestra familia, y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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