“El espíritu es quien da la vida; la carne o el sentido carnal de nada sirve para entender este misterio; las palabras que yo os he dicho, espíritu y vida son”
Háblame Señor siempre, porque en tu palabra quiero recibir el Espíritu Santo que da la vida y mantiene todas mis esperanzas, háblame, porque quiero siempre estar presto a tu llamado, para ir a tu encuentro, para recibirte en mi corazón anhelante de amor, de paz y de armonía.
¡Qué fría está la mañana! pero más frío puede estar el cuerpo que sigue buscando desesperadamente la razón de sus desconciertos, caminando hacia la nada. ¿Por qué buscar tan lejos? ¿Por qué seguir dando tumbos en la oscuridad de nuestra ignorancia? ¿Por qué empeñarnos en fingirnos muertos, cuando la palabra de Dios nos ofrece el camino, la verdad y la vida?
José Manuel, el menor de mis nietos de 1 año, 2 meses de edad, llegó a saludarme esa mañana fría, le extendí los brazos y él me extendió los suyos y al estar cara a cara, mi miró fijamente con sus grandes ojos, no veía mi cara, veía por la ventana de los míos, para tratar de encontrarse con mi espíritu, su corazón emocionado palpitaba fuertemente, como aquél que se encuentra con un ser amado, jugó conmigo un buen rato, después me pió que lo bajara para ir al encuentro con el espíritu de todos los que lo aman.
Estas pequeñas cosas que han de parecerle extrañas, que por ser tomadas como insignificantes, suelen ser desdeñadas, por atender muchas otras cosas que parecen de mayor importancia, son, para los que creemos en Jesucristo, la mejor forma de comunicarse. Quien no logra apreciar el amor de Cristo en la inocente mirada de un niño, menos podrá percatarse, de que en el sufrimiento de los demás, existe un claro mensaje del Señor para actuar con misericordia.
Quisiera vivir mi fe a mayor plenitud, pero, aún tengo que luchar con la resistencia que me induce el miedo a perder lo que creo poseer y en verdad no poseo, pero, más miedo me da, el poder perder a lo que más aspiro, a sentir el gozo de mi Señor, al haberme convertido con toda humildad a su Evangelio.
Cuando mi nieta Valentina de 3 años de edad nos visita, le pregunto quién soy yo, ella titubea como haciendo un repaso en su mente, y después de unos segundos dice mi nombre, eso me hace pensar que entre más alejados estemos de nuestros seres amados, más nos olvidamos de ellos; en familia siempre debemos de estar unidos, como unidos debemos de estar con Jesucristo a través de su palabra.
“Y estos mandamientos, que yo te doy en este día, estarán estampados en el corazón, y los enseñarás a tus hijos, y en ellos meditarás sentado en tu casa, y andando de viaje, y al acostarte, y al levantarte, y los has de traer para memoria ligados en tu mano y pendientes en la frente ante tus ojos, y escribirlos has en el dintel y puertas de tu casa”(Deuteronomio 6:6-9)
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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