“Empero, vosotros amad a vuestros enemigos; haced bien y prestad, sin esperanza de recibir nada por ello; y será grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno o benéfico, aun para los mismos ingratos y malos” (Lc 6:35)
El domingo es el Día del Señor, es para los cristianos una maravillosa oportunidad para reconciliarnos con Jesús y con nuestros hermanos, de ahí que acudamos al templo al banquete al que Él nos ha invitado, su palabra tan viva como siempre nos reconforta y nos anima a seguir caminando por el camino de la verdad y de la vida.
Un día, un buen amigo me preguntó, para qué escribía los domingos y por qué precisamente sobre aspectos bíblicos; le contesté que no sólo era una forma de agradecer a Dios el amor que me ha obsequiado, sino una valiosa oportunidad de estar más cerca de Él, ya que en muchas ocasiones, es tal la comunicación, que he sentido cómo su Palabra cobra vida y se hace presente en algunos de los momentos de la narrativa. Me comentó que seguramente eso ocurría porque eran momentos, durante la escritura, en los cuales me sentía más emocionado; y en cierta forma le di la razón, pero, le dije, que esa emoción no tenía las mismas características ordinarias que cualquier persona puede sentir, pues, era tan sublime, que incluso, me hacía entrar en un estado de inmensa alegría en donde se intercalaban otras emociones gratificantes, hasta lograr poner en sintonía todos mis sentidos, para recibir una descarga de energía indescriptible; son tan breves esos momentos, pero tan reconfortantes, que quisiera se repitieran con mayor frecuencia. No todos los domingos logro tener esa comunicación tan especial, pero durante la semana, puedo experimentar algunos eventos extraordinarios que por lo general pasan desapercibidos para otras personas. Sin duda, hablar de todo esto, resulta un tanto increíble y otro tanto riesgoso, pero la fe mueve montañas y hace creíble para los que la profesamos y lo increíble para los que aún se resisten a creer en Jesucristo.
“Por aquel tiempo exclamó Jesús, diciendo: Yo te glorifico, Padre mío, Señor de cielo y tierra, porque has tenido encubiertas estas cosas, a los sabios y prudentes del siglo, y las has revelado a los pequeñuelos.” (Mt 11:25)
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
enfoque_sbc@hotmail.com