“Id, pues, a aprender lo que significa: Más estimo la misericordia que el sacrificio; porque los pecadores son, y no los justos, a quién he venido yo a llamar a penitencia” (Mt 9:13).

Y habiendo tocado la puerta por largo tiempo, quién estaba adentro de la casa prefirió fingir que no escuchaba, y haciendo uso de otros medios la afligida figura avejentada, que más que edad, arrastraba el peso de la pesada carga de una enfermedad que siempre ha requerido de la misericordia de los demás, y aquellos que han sido llamados, han fingido no escuchar, justificándose al decir que también son dolientes de alguna queja física, más su queja los discapacita más moralmente que físicamente, pues saben que al negar la misericordia, están negando a Dios.

Y bailé con ella una danza de sanidad, sonrió y se dejó llevar, demostrando con ello la necesidad de ser amada y no sólo ser considerada desafortunada y vista de lejos como si tuviera una enfermedad contagiosa, y ella se sintió abandonada por aquellos que se decían ser hermanos, más seguía aferrada a la vida, porque Dios le había encomendado una misión: El convertir a la verdadera fe, a quienes incluso, son como los escribas y fariseos, a quienes como Pilatos se lavan las manos, y a personas como yo, que sigo siendo un aprendiz de discípulo de Cristo y el Señor me pide renunciar a mi egoísmo para poder seguirlo; de ahí que no estoy preparado para ser pescador de hombres, sólo de ilusiones y sueños , que buscan el camino para ponerse en orden y no ser como la oveja perdida que no escucha el llamado del Buen Pastor.

“Quien tenga oídos para entender, entienda” (Mt 13:9).

Señor, toma mi voluntad rebelde y apaciéntala, para que sea como el cordero manso y humilde de corazón.

Padre bendice a nuestra familia y bendice todos nuestros Domingos Familiares.

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