“Muéstranos, Señor, tu misericordia, y danos tu salud. Has que escuche yo aquello que me hablará el Señor Dios; pues él anunciará la paz a su pueblo y a sus santos, y a los que se convierten de corazón. Así es que su salud estará cerca de los que le temen y adoran; y habitará la gloria en nuestra tierra.” (Salmo 84:8-10).
Orar y tener paciencia, mantener siempre viva la esperanza, y reafirmar la confianza en Dios, que la fe es hoy, como lo ha sido siempre, nuestra mejor opción para reencontrarnos con lo libertad que siempre tuvimos y no supimos conservar, ni valorar.
Pensemos siempre en positivo, no volteemos atrás para ver lo que consideramos perdido, considerar la posibilidad del regreso, no a la vida que teníamos, sino a una vida nueva, con mayor consciencia de la realidad que viviremos; porque pasará todavía un tiempo para que las aguas turbias que dejó la tormenta a su paso por la tierra, puedan aclararse, porque tardará un tiempo, para que puedan consolidarse las adecuaciones para mantener sustentable nuestra nueva forma de vida.
Ya no se puede retroceder, tenemos que afianzar lo aprendido, y tenemos que seguir innovando para encontrar nuevas herramientas, para seguir avanzando.
Volveremos a sonreír, y nuestro trato será más amable, será más humano, habrá más misericordia y amor por el prójimo, pero sobre todo, sabremos escuchar y podremos ver aquello que solíamos ignorar; la conversión ahora, se sustentará en una fe renovada, porque muchos fuimos testigos de la necesidad de seguir las huellas de Aquél que es el camino, la verdad y la vida.
Que el Espíritu Santo nos guíe y nos obsequie la sabiduría, para entender lo que permanecía oculto a nuestro conocimiento y nos prepare para ser mejores en la vida.
Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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