“No se turbe vuestro corazón. Pues creéis en Dios, creed también en mí” (Jn 14:1)
¿Cuántas veces hemos estado cerca del mal que nos acecha? Yo les aseguro que más de siete veces; quizá no lo habremos percibido como tal, algunas veces por ignorancia, otras tantas, por exceso de confianza; pero muy pocos pensarán que si no han adquirido el mal, es porque Dios los está protegiendo. Pensar en ti, mi Señor, y sentirte cerca de nosotros, pone en evidencia nuestra fe, es saber que es esa tu voluntad, el que sigamos aquí y sólo tú sabes la razón.
¿Cuántas veces he tenido frente a mí un agente nocivo para mi salud queriéndome sorprender, tratando de vulnerar mi resistencia, sobre todo, cuando el miedo empieza a erosionar el escudo protector de tu amor por mí? Siete veces, setenta veces, no lo sé, pero cuando siento que estas a mi lado el temor desaparece y el mal no se detiene junto a mí, sigue de frente buscando otro huésped.
En ocasiones, el mal tiene aliados, asociándose con la ignorancia, con la tristeza, con la desesperanza, o con la osadía, pero sobre todo, con la falta de fe.
Cuando el mal encuentra las facilidades para generar enfermedad, infortunio y otras desgracias, no busca precisamente al pobre, pensando que por tener escasez de recursos es más susceptible, o al rico, porque igual hay pobres con mucha fe que son inmunes a cualquier mal, y hay ricos con mucho dinero que son propensos a los mayores males, por tener poca o nada de fe en el Señor.
¿Cuántas veces el mal ha tocado a tu puerta? ¿Cuántas veces vas tú en su búsqueda? Pocos son los que ignoran la gravedad de la pandemia que experimentamos, muchos habrán escuchado que en ocasiones, los síntomas del COVID-19 pueden ser leves, o no percibirse, o que pueden ser moderados o mortales, muchos habrán escuchado cómo evitar los contagios, cómo enfermar, o cómo evitar contagiar a otras personas; muchos ignoran las recomendaciones y se exponen al contagio, aunque no se puede soslayar, el hecho de que muchos hermanos, debido a su situación económica, por necesidad, tienen que salir a trabajar, o a pedir ayuda por las calles, desafortunadamente, muchos de ellos no están protegiéndose como es debido; cuando se les pregunta sobre los riesgos, algunos comentan que no creen en que exista el virus, otros aseguran que sí cuentan con cubrebocas, pero no lo utilizan porque no los deja respirar bien, otros, traen el cubrebocas, pero tienen en uso con ellos más de tres meses; en cuanto al lavado de manos, sólo lo hacen cuando llegan a sus casas; frecuentemente se tocan la cara, viven en hacinamiento en sus casas, pues son pequeñas y algunas veces construidas con materiales rústicos; algunos no cuentan con agua potable en sus viviendas y carecen de otros servicios. ¿Estarán estos hermanos dejados de la mano de Dios? La mayoría cree en Dios y en su hijo Jesucristo, creen en su poder, pero sobre todo, en el amor que les profesa y se sienten protegidos por él.
“Nada temáis de los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma: temed antes al que puede arrojar el alma y cuerpo en el infierno. ¿No es así que dos pájaros se venden por un cuarto, y, no obstante, ni uno de ellos caerá en tierra sin que lo disponga vuestro Padre? (Mt. 10:28-29)
Mantengámonos fortalecidos en la fe, Dios guiará nuestra vida por el mejor camino. Dios bendiga a nuestra familia y bendiga todos nuestros Domingos Familiares.
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