“Revestíos, pues, como escogidos que sois de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas de compasión de benignidad, de humildad, de modestia, de paciencia, sufriéndoos los unos a los otros, y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro: así como el Señor os ha perdonado, así lo habéis de hacer también vosotros” (Colosenses 3: 12-13).

Cuántas diferencias encontrarás en los dichos de unos y otros, algunas sólo serán de tal apreciación como la de defender un derecho individual que aunque vaya en contra de la verdad, por amor merecerá ser considerado. No luches en vano contra aquello que jamás podrás cambiar, más bien lucha por mantener tu paz interior y procura que la armonía sea tu mejor mediador.

Quien quiere llevar a cuestas la cruz de otros, pensando que tal vez sea demasiado peso, se le olvida que Dios jamás te dejará cargar con algo que no puedas llevar, pero si ves que el que se aferra, sufre lo inimaginable por seguir cargando con algo que no le corresponde, no dejes de ayudarle para que ese peso no lo derrumbe, porque en la caída puede llevarte con él y lo que parecía un buen consejo para evitar su sufrimiento, se convierte con el tiempo en una pesadilla para ti.

Cuando busques tu paz interior, y en el camino te encuentres a otros más desvalidos, ayúdale primero a encontrar la suya, tal vez en ello esté lo que te abra la puerta al cielo, porque de nada sirve una paz que se encuentra, olvidándote del el sufrimiento y el desconsuelo de tu prójimo, el Señor te ha puesto en su camino para que obres con sabiduría y con humildad.

Hoy ya no juzgaré más a mi prójimo por aquello, que analizado por mi consciencia, encuentra suficiente sustento para ser reclamado; si tu corazón no está de acuerdo, hazle caso al corazón, en ello encontrarás la prudencia para entender el propósito de los demás.

Dios bendiga a nuestra familia y bendiga a todos nuestros Domingos Familiares

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