Seguramente todos tenemos dudas en muchos aspectos de la vida, pero en lo particular, a mí me ha preocupado mucho una, el hecho de saber si soy una persona buena, porque estoy consciente de lo que puede apreciarse como bueno, pero confieso que vivo entre la dualidad del bien y el mal. En un pasaje de la biblia “Jesús dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino solo Dios” (Mc. 10:18) Concibo en su mensaje, el hecho de que los seres humanos somos imperfectos, de ahí que difícilmente podríamos acercarnos a la posibilidad de ser personas buenas, como para alcanzar el cielo y por ende tenemos que ir perfeccionándonos en la vida, para al menos, ser considerados candidatos a merecer la vida eterna.

Entonces ¿si muchos nos reconocemos como pecadores, podríamos por ello declinar a nuestras oportunidades de alcanzar lo más anhelado, después de la vida terrenal? Si tenemos consciencia de ello y somos seguidores de Cristo, seguramente estaremos intentando enderezar nuestro mal camino con la misma frecuencia con la que caemos en la tentación y en la comisión de pecado. Jesucristo nos conoce muy bien y tiene la certeza que tarde o temprano habremos de reconocer que lo mejor que nos puede pasar es esforzarnos para lograr la vida eterna.

Si yo tengo consciencia de que no soy bueno, en el contexto del cumplimiento cabal de los mandamientos de Dios, no soy de todo malo, porque me reconozco débil y proclive al pecado, mas tengo oportunidad de enmendar mis errores para estar en gracia del Señor, pero también para tener paz interior, porque mi fe, aunque pareciera endeble, como la fe de los apóstoles, terminará rindiéndose al amor de Cristo.

“¿Quién hay de vosotros que, teniendo cien ovejas, y habiendo perdido una de ellas, no deje las noventa y nueve en la dehesa, y no vaya en busca de la que se perdió, hasta encontrarla? En hallándola se la pone sobre los hombros muy gozoso; y llegado a casa, convoca a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Regocijaos conmigo, porque he hallado la oveja mía, que se me había perdido. Os digo que ha este modo habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no tienen necesidad de penitencia.” (Lc 15:4-7)

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