Quiero platicar con tu alma. ¿Con mi alma? ¿De que estas hablando abuelo? El alma no existe, tengo entendido que las personas que han tratado de indagar sobre el alma, el resultado de sus investigaciones les ha dejado todavía más dudas que la certeza de que existe, además, por qué deseas hablar con mi alma, si me tienes presente de carne y hueso, háblame directamente y te aseguro que nos podremos entender mejor.
No Sebastián, quiero hablar con tu alma, porque estoy seguro, de que en ella podré encontrar la verdad sobre lo que quiero saber de ti, lo otro, la estructura material que te conforma, la que te da una imagen ante la sociedad y te permite interactuar, siempre buscará la forma de eludir mis preguntas, o las mal interpretará, de ser necesario, para tratar de proteger lo que realmente sientes y te está causando tanto mal; en cambio, tu alma, tiene una pureza divina, por cuyo origen sobrenatural no podría mentirme, por el contrario, buscaría la manera de evitar cualquier sufrimiento generado por la distorsión de la personalidad que ahora sufre tu cuerpo material; déjame platicarte una sorprendente experiencia que viví en mi adolescencia, tiempo en el que deseaba desesperadamente que alguien respondiera todas mis preguntas, que me escuchara y me guiara por el camino correcto, esto, para no equivocarme al escoger la manera en la que debía comportarme ante los demás, sobre todo con las personas que me amaban.
Vamos abuelo, platícame uno de tus cuentos, de niño siempre me gustaron, te juro que me entretenían mucho, aunque no se te olvide que ya he crecido y en ocasiones podría no encontrar amenidad en tu relato.
No Sebastián, esta vez no te contaré un cuento, te contaré algo tan real como la propia vida que estamos viviendo, espero me tengas paciencia y me escuches con atención: Ayer, en un tiempo en el que me sentí perdido por no comprender lo que me estaba ocurriendo; ayer, cuando llegué a pensar que no valía más que un insecto, en mis muchas horas que pasé en soledad, recargado sobre el tronco de un árbol que yo mismo había plantado y que llegué a pensar que por haberlo sembrado, igual se marchitaría, como marchita tenía el alma que me acompañaba, por el quebranto que fragmentó mi ser cuando era niño; ayer, cuando pensé que nadie me amaba y buscaba refugio en mi interior, para encontrar la razón de sentir que algo muy cálido me abrazara, y que por el mismo Dios supe después, que se trataba de mi alma; pero ¿qué es el alma? le pregunté a tan bondadoso Señor; el alma, dijo, es un pedacito de mi corazón que le obsequié a tu madre, para que no olvidara amarte como te amo yo, y amándote tanto ella, lo arrancó de su pecho y te lo obsequió a ti, para que un día como hoy, pudieras encontrarme, para que conversáramos y contestará todas tus dudas, para que me hablaras abiertamente, sin pena y sin ningún temor, sobre aquello que tanto te lastima y te aleja del amor de tu madre y del amor que sientes por mí.
Habiendo escuchado lo anterior me invadió un profundo sentimiento que me hizo llorar como nunca lo había hecho, pero al final me dejó un alivio tan grande y llenó el vacío que había dejado aquel pedacito de corazón, que mi madre me había dado y yo lo había arrancado de mi ser cuando la culpé de todo aquello que me estaba pasando y no sabía por qué.
La verdad, ya no pude hablar, sólo pude voltear a ver los hermosos ojos de mi nieto Sebastián y en ellos vi reflejada la imagen de Jesús que con los brazos abiertos nos abrazaba a ambos, y entonces dijo mi Señor: No teman, porque lo único que puede pasar cuando las heridas del alma se presentan en la vida, es encontrarme a mí, para sanarlas, acaso no recuerdas tú, Salomón, lo que pasó cuando el filo de lanza de la incertidumbre atravesó tu corazón, tu madre siempre estuvo ahí para consolarte, y con tu madre estuve yo, porque ambos poseen una parte de mi corazón que tanto los ama.
Ahora Sebastian, mi amado nieto, si quieres seguir huyendo de aquello que piensas es lo peor que te está pasando, recuerda que en tu huida estas retardando el proceso para sanar, porque el remedio se encuentra en manos del amor que le profeses a tu madre.
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