Tan frío como nunca o cálido como siempre, tan árido y lluvioso en ocasiones, tan ausente a veces, y en otras, tan lleno de bullicio y de alegría; pero, como todo lo que acontece en la vida, tiene un principio y un final. Sí, cala por momentos, pero si no lo sientes, es porque no estuvo presente, dejando a su paso su huella.

El año está próximo a terminar y aunque no quiere irse, se tiene que marchar, dejando atrás recuerdos gratos e ingratos como suele pasar, pero, si te diste un tiempo para pensar, seguro te habrás detenido para preguntarte, si cuando todo eso ocurrió estabas despierto o dormido.

Hoy me hicieron el día algunas ocurrencias de las personas con las que convivo, algunas de ellas me sacudieron tanto, que la verdad me dieron ganas de llorar, otras fueron como un suave y cálido manto que me protegieron del frío. Una buena mujer entrada en años, me decía que no le teme a la muerte, pero sí a las inyecciones; una hermosa niña de cuatro años me dijo que mi presencia le causaba risa; hoy no vi las dificultades que enfrentamos los que nos dedicamos institucionalmente a velar por la salud de nuestros hermanos, sino las oportunidades que me ofrecen las experiencias que nos regala la vida; hoy cuando más ocupado estaba en mi labor recibí la grata llamada de mi esposa para preguntarme que deseo para la comida. Hoy comprobé también que cuando existe amistad, se va tejiendo una red de apoyo efectivo para resolver problemas.

Hoy me vi despertando a la vida, con el deseo sincero de servir a mi prójimo con lo que pudiera tener al alcance, entonces, uniendo mis manos, dirigí una mirada al cielo, para pedirle a Dios por la salud de todos aquellos, que habiendo cerrados los ojos por el dolor, en cualquiera de sus formas, aún no han despertado a la vida.

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