Hay personas que no experimentan el mismo grado de temor que otros a enfermar de Covid-19, pues tienen patologías de base que pudieran estar distrayendo la conciencia lo suficiente, como para no posesionar a la citada enfermedad viral como la primera en la línea de atención en las prioridades de salud. Esta observación podría no estar basada en un proceso estrictamente científico, de ahí que, habría que tomarla como una cuestión que se rige más por el sentido común. De hecho, los pacientes que padecen trastornos emocionales que los orillan a padecer crisis frecuentes de ansiedad y depresión, podrían estar más concientes de su trastorno primario, que del padecimiento que nos está robando, no solamente la tranquilidad, la paz, y la armonía, sino la misma esperanza por encontrar la luz que finiquite la pandemia.
Pareciera que unos de los principales factores que están incidiendo en el mayor número de contagios, es precisamente el rebasamiento de nuestra capacidad, para mantener la calma ante una contingencia sanitaria, a la cual se le ha dado prioridad en todos los sentidos, pero poniendo énfasis en la difusión de los datos negativos más que a los positivos, lo que genera una segunda pandemia aún más peligrosa, que está condicionando cambios radicales en la conducta.
Hace un par de semanas platicaba con algunos jóvenes sobre su indiscutible participación en el contagio de sus familiares que están en la etapa de adultos mayores, la primera respuesta a mi pregunta fue, que ellos se están cuidando bien y no aceptaron esta posible vinculación, pero, defendían su derecho a preservar sus rutinas, sobre todo, cuando sentían que ya habían cumplido cabalmente con el tiempo de confinamiento tan prolongado que se exigía, de ahí que aceptaron por ello, estarse reuniendo con amigos, así como estar acudiendo discretamente a pequeñas fiestas, donde aseguran, no había mucha asistencia, pero, que en un momento dado perdían todo contacto con las medidas preventivas, o sea, no utilizaban cubrebocas, no utilizaban gel, mucho menos guardaban la sana distancia.
Lo anterior me hace especular sobre el hecho de que si la pandemia realmente es una herramienta creada para disminuir los factores que ponen en riesgo la viabilidad del planeta, llámense explosión demográfica, calentamiento global, problemas de abastos en alimentación, calidad y pureza del ambiente, saneamiento de mares y océanos, incluso, detener la degeneración genética ocasionada por el uso indiscriminado de materiales que afectan el ADN, etc., los organizadores de esta estrategia, pensaron no solamente en causar bajas selectivamente, sino en ocasionar una segunda ola nociva, que impactará contundentemente el equilibrio emocional de los sujetos susceptibles, y con ello, se activará exponencialmente el efecto negativo que se pretende.
Todo podría ser producto de la diferencia entre los que poseen una conciencia plena sobre la preservación de la vida en el planeta, y aquellos que somos considerados como una especie de parásitos ensimismados, que sólo buscamos continuar con una forma de vida, que no solamente condiciona nuestra autodestrucción, sino la destrucción de todo el planeta.
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