He comprendido, que cuando llega a ti la necesidad de tratar de frenar el tiempo, para que no escape tan de prisa, es el momento preciso, en el que puedes reconocer que la madurez asoma a tu vida, y con ello, puedes apreciar el verdadero valor que tiene el estar cerca de las personas que tanto amas, que tanto quieres o que tanto estimas; desafortunadamente, te encuentras con que la madurez, no llega con la misma oportunidad a todas las personas aunque tengan tu misma edad, porque mientras tú te percatas que te vas quedando solo, los otros podrían estar en una etapa de entrega de su tiempo para satisfacer las prioridades, de quienes sin pedirlo te atraen, debido a su confuso comportamiento y poca comprensión de lo que les ocurre, por lo que dicho proceso no admite distracciones para satisfacer necesidades de acompañamiento nostálgico.
Hoy podría sentarme tranquilamente a platicar con quien quiera escucharme, sin importar mi tiempo, más seguramente que mi interlocutor podría tolerar sólo algunos minutos, porque su tiempo se rige por otras necesidades más, caería en el mismo error de no escuchar lo que se le tiene que decir y que por necesidad le tienes que entregar, porque se ve impulsado a correr detrás de no sé quien, para llegar a no de dónde.
Podría pensarse que el día y la noche son iguales para todos en cuanto a la percepción del tiempo, pero sólo el que ha madurado espiritualmente puede saber que lo que se está viviendo tiene un por qué, y que más le valiera al hombre detener su carrera, para saberlo a tiempo y no encontrarse al final de sus días en la soledad de la desesperanza que deja el no haber escuchado lo que tenía que saber.

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