El reclutamiento de jóvenes por el crimen es inagotable. Los cárteles llenan el vacío dejado por el Estado y familia uniendo a sus filas a jóvenes que son carne de cañón. En el actuar del crimen organizado la vida de sus integrantes carece de valor.
Se estima que el narcotráfico da trabajo a 185 mil personas, aunque la red es tan enorme que se ignora el número de sus integrantes; políticos, gobernantes, líderes, partidos, empresarios, inversionistas, finanza y banca, construcción, entre otras actividades, lo que revela el problema que impacta al país y por interacción de factores sociales, económicos y culturales seduce u obliga a caer en la estructura criminal, primero como víctima, luego, victimario.
Millones de jóvenes enfrentan contexto de exclusión social, precariedad laboral, violencia estructural y falta de oportunidad educativa, que se acentúa en territorios en riesgo: Pobreza, deserción escolar, violencia intrafamiliar, adicciones. El crimen organizado cae en blandito. Revertir esta situación es difícil, no imposible. Cuestión de que la voluntad política de la presidenta se decida a ganar al crimen organizado.
El reclutamiento pasa de persuasión, engaño, amenaza y coacción. Jóvenes en situación precaria ven el crimen organizado como salida de la pobreza. Por ello son propensos a engaños y falsas ofertas laborales. Aquellos con carencias afectivas encuentran pertenencia y reconocimiento en los grupos delictivos. Quienes viven en comunidades marginadas, controladas por el crimen, están a su merced.
Dado el contexto de inseguridad, crecimiento y dispersión del crimen, uno de los pendientes inaplazables es incluir y proveerles espacios y alternativas. Las políticas públicas deben reconocer la heterogeneidad de la juventud y las motivaciones que los llevan a unirse al crimen organizado y atender sus realidades y de derechos.
La estrategia de prevención debe ser integral, más que beca o pasantía temporal e incorporar elementos de formación en competencias básicas, atención emocional, construcción de proyectos de vida y acompañamiento personalizado. Sólo así será posible arrebatarle al crimen su base social de jóvenes vulnerables, cortar ciclos de violencia y construir rutas de inclusión para quienes más lo necesitan.
Una estrategia de esta magnitud rebasa al gobierno, requiere a la sociedad en su conjunto, sin embargo, la política nacional es dividir a la sociedad para afianzarse en el poder, a costa del propio México. Las acciones así lo demuestran.