En apariencia los números son aceptables. En el fondo esconden tintes de drama y hasta de tragedia.

Acabo de ver parte de los requisitos que se requieren en la polémica Reforma Judicial para registrarse como aspirante a un puesto de juez, magistrado y hasta de ministro de la Corte.

Forman una larga lista, pero de ella una de las condiciones me llama la atención: Es la que se refiere a la capacidad académica y profesional de quienes intenten ocupar una de esas sillas. En otras palabras, la calificación mínima necesaria para registrarse es un 8 de promedio.

Habrá quienes lo vean como aceptable, pero en la opinión de su servidor es preocupante, porque no sólo se queda a deber en la capacidad como jurista, sino que inclusive es temerario. ¿Por qué?

Para tratar de explicar esta percepción personal, habría que ajustarse a la ley de probabilidades, la cual arroja que los impartidores de justicia que tengan ese promedio escolar, sin importar su nivel, en caso de ser elegidos tendrán un 20 por ciento –de probabilidades– de cometer un error en su apreciación, interpretación y aplicación de la ley.

Más claro: En cada diez casos que dictaminen, dos de ellos están en el rango de poder ser un desatino judicial, que de por sí ya se dan en esos menesteres, sólo que ahora sería validado de antemano, al tolerar desde el registro un conocimiento incompleto del derecho.

¿Habrá quien considere esto pecata minuta?

Sería, como se dice en términos de guerra, un daño colateral en víctimas, que en los terrenos bélicos es admisible. Pero no estamos en guerra, por lo menos no en el ámbito de la justicia, por lo que no es posible permitir que esa óptica sea la que prevalezca.

Para intentar una reflexión final, permítame esbozar un posible escenario de las consecuencias de aceptar la medianía profesional en quien portaría una toga, birrete y mazo.

¿Qué tal si en ese 20 por ciento de yerros va implícita una condena que deje injustamente a una familia en el desamparo? ¿Qué tal si ese fallo significa validar un abuso del poder en turno; ¿Qué tal si esa sentencia implica dejar por décadas en una celda a un inocente?

Sí, sé bien que estas circunstancias ya existen, pero si se dan cuando los jueces cuentan con la experiencia y conocimientos necesarios, ¿Qué podemos esperar de un abogado de medio pelo que apenas obtuvo un grado arriba de la mediocridad?

No son ganas de molestar ni herir susceptibilidades. Podría ser que entre los aspirantes haya profesionales con diez de promedio, maestrías y doctorados, pero ¡oh sorpresa! da la casualidad de que esos niveles de excelencia son los que precisamente están en su mayoría ausentes en la lista de posibles candidatos. Y aún si se inscribieran, tendrían que caerle bien a sus vecinos y esperar que el pueblo sabio los lleve a un buen destino electoral.

¿En verdad no les preocupa esto…?

UNA EXCELENTE OBRA, PERO…

La recién pavimentada avenida Zeferino Fajardo de Ciudad Victoria, inaugurada un mes atrás por el gobernador Américo Villarreal, luce espléndida sin duda, pero una duda me asalta:

¿Por qué casi la mitad de esa arteria todavía luce como boca de lobo?

Desde la calle Manuel A. Ravizé hasta casi el bulevar Adolfo López Mateos, la postería es imponente, pero el alumbrado no funciona. Sería saludable saber a qué instancia oficial le corresponde resolver ese atraso…

X: @LABERINTOS_HOY