Permítame este día hacer a un lado el manoseado escenario político y poner sobre la mesa un tema social que quita el sueño a muchos.
Tiene un perfil escabroso, pero por su intensa dimensión debe ser abordado como señala la voz popular, con los pies en la tierra.
Ayer, mientras me enteraba de un suceso cada vez más manejado en medios de comunicación –el lugar donde se registró es lo que menos importa– no pude menos que reflexionar sobre el impacto del mismo, pero sobre todo, sobre sus causas.
Me refiero al del presunto acoso sexual de profesores contra sus alumnos o alumnas, según sea el caso.
No tengo la menor duda de que la responsabilidad plena de un hecho tan punible es del mentor. Ciertamente la decisión de caer en esa actitud delictiva es de él o de ella y por la conciencia plena y supuesta madurez del maestro o maestra, no hay manera de refutar su culpa cuando ellos son los protagonistas en agravio de algún estudiante.
Pero insisto, se deben poner los pies en la tierra.
Tengo muchos amigos –y amigas– que destinan parte de su tiempo o todo su tiempo, a la docencia. Y lo que me han relatado en ese sentido como experiencias académicas eriza el pelo.
Créalo o no, pero las vivencias de esas personas –honorables no me cabe duda– versan sobre ese acoso sexual sí, pero de manera insólita, ¡de los alumnos!
Cuidado, de acuerdo a esas versiones que merecen mi credibilidad por la calidad moral de sus autores, una materia “tronada” –o varias– es un motivo usual de un chico o chica para ofrecer favores sexuales a cambio de aprobar la asignatura.
No es nueva la información. He escuchado esas historias durante décadas y revela el retroceso en valores –o peor aún, su ausencia– que sufren los muchachos en el ámbito escolar, desde el nivel medio superior al superior. Pero nadie parece prestar atención a ese grave problema y prefieren cerrar los ojos y culpar sólo a los profesores.
No les quito ni un ápice de responsabilidad a éstos o éstas. Merecen un castigo ejemplar si cometieron ese atentado, pero esa realidad no tiene por qué hacer olvidar a la otra, la que implica una pérdida de dignidad en muchachos y muchachas que optan por el camino fácil de usar su cuerpo para salvar el curso. Es me dicen con pesar, una práctica generalizada.
Cuidado padres de familia. Cuidado con sus hijas e hijas.
No tienen esos jovencitas y jovencitos por qué resolver un problema escolar de esa manera, por la desatención familiar hacia sus acciones.
Y desde luego, no tienen por qué tampoco los maestros echar por la borda su presente y futuro, su familia y su respetabilidad. Es su decisión y según sea ésta, deben aceptar las consecuencias…
DEBATES NECESARIOS
En verdad es lamentable que la ley no obligue a los candidatos a alcaldes a sostener también por lo menos un debate, antes de que los votantes asistan a las urnas y definan el rumbo de su respectivo municipio.
¡Cuántos dolores de cabeza, cuántos lamentos y cuántas decepciones podríamos ahorrarnos los ciudadanos!
Una confrontación de ideas, propuestas, proyectos y soluciones factibles a las necesidades de cada comunidad, sería muy saludable y aportaría una imagen mucho más clara de quién merece ser la autoridad local o quién tiene la capacidad para tomar el timón de esos órdenes de gobierno.
Ojalá que se ajuste esa normatividad. Ojalá que abrieran una ventana para asomarnos un poquito, antes de tomar una decisión, al posible futuro de la tierra donde nos toca vivir y que a veces, por las equivocaciones que cometemos al votar, sólo sobrevivir…
LA FRASE DEL DÍA
“Cuando el debate está perdido, la calumnia es el arma del perdedor…”
Sócrates
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