Ayer por la mañana, mi esposa me pidió que saliera del Closet, asombrado volteé a verla y le pedí una explicación, la verdad, todo se trató de que yo ocupaba mucho espacio en un gran closet que ella mandó construir hace tiempo, y donde yo, sin pensarlo, fui apoderándome de él con mis prendas de vestir, algunas del las cuales por cierto, atesoro desde que estaba en la preparatoria.

No niego que en un principio me resistí a sus demandas, primero con argumentos propios de un romántico, le hablé de su buen corazón,  y de cómo en él cabía tanto amor, y de cómo era posible que me pidiera que redujera el espacio que ocupaban mis amadas prendas; le dije: _Tú y yo hemos compartido muchas cosas durante tantos años, que un pequeño espacio en este tu closet, no debe de ser motivo para que se genere un conflicto; mis argumentos románticos no tuvieron efecto, entonces, decidí hablarle como lo hacen los políticos, pues todos sabemos del poder de convencimiento que tienen muchos de ellos, así es que, primero le dije: _Nuestro país está luchando internacionalmente para ocupar un lugar en el mercado global, si esta iniciativa progresa, beneficiaría a muchos conciudadanos; sin duda existen interesados que se oponen a que obtengamos alguna ventaja, pero al final se hará justicia; ella no pareció entender el argumento, pero para que encontrara la relación con lo que estaba  en discusión le dije que yo buscaba ser justo, y no era mi intensión el ocupar todo el espacio del closet, por lo que le propuse compartir a partes iguales el espacio; pero mi mujercita seguía firme en su decisión de sacarme del closet, alentada seguramente, por tantos y tantos recordatorios de las vejaciones que han sufrido las damas a manos de varones sin escrúpulos, violentos y desapiadados.

Como último argumento le hablé espiritualmente; le recordé que Dios en un principio creó al hombre para que se hiciera cargo de todo cuanto él había creado, y de cómo el hombre, denotando su bondad y su justicia, le pidió al Señor creara a una mujer para que le hiciera compañía y compartiera por igual todo cuanto a él se le había heredado; hice especial hincapié en lo de la costilla para que valorara el sacrificio del varón, pero al parecer eso le molestó aún más, y fue cuando me di cuenta que no lograría convencerla; ya no siguió escuchándome y me aplicó la ley del hielo, y con ello, vino un cúmulo de consecuencias desfavorables para mi persona, donde definitivamente claudiqué, bajé la cabeza, caminé arrastrando los pies y después de 24 horas procedí a desalojar el closet, le pedí sinceras disculpas, y reconsideré la importancia de los derechos de la mujer por sobre todas las cosas.

 

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