Hasta la fecha, tenemos garantizado que en la boleta electoral para elegir presidente de la República en julio próximo aparecerán cinco nombres: Ricardo Anaya, Andrés Manuel López Obrador, José Antonio Meade, la señora Zavala de Calderón y el Bronco de Monterrey.
Lo demás que pueda llegar o no, depende de muchas circunstancias, pero estos cinco, de que estarán, estarán.
Y desgraciadamente, como dijo Juan Carlos Ugalde quien en años anteriores dirigiera el Instituto Federal Electoral, hoy INE, la época se presta a desprestigiar, difamar, mentir y más, en aras de ganar simpatías.
Triste para todos nosotros saber que quien aspira a gobernarnos utiliza estrategias inmorales en todos sentidos, porque no tiene vergüenza, moral, decencia ni ningún sentimiento que diferencia a los hombres buenos de los nefastos, quien utiliza la diatriba para tratar de descalificar al de al lado y sacar ventaja de ello.
Es como aquel futbolista -los hay, por miles- que finge una falta para que la gente piense que su contrincante es un sucio y carnicero, y busca que lo castiguen por algo que no cometió.
Así de grave es lo que escuchamos todos los días y que daña la reputación de una actividad tan determinante como es la política: hoy, entendemos que nuestros políticos son haraganes, tramposos, vividores, ladrones y que viven en un mundo de fantasía donde el lujo es necesario, pero pagado con dinero del pueblo, y que se gastan miles de millones en educación para sus hijos, despensa propia y todo lo que a ellos refiere, como si fuera nuestra obligación mantenerles, pese a que tienen salarios que insultan a una nación pobre que se muere de hambre en millones de sus miembros.
Es muy difícil encontrar quien se exprese bien de ellos, porque, a decir verdad, se han ganado su mala reputación, que pasean impunemente por todos los rincones del mundo en todo tiempo y espacio.
Y lo más grave es que utilizan “plumas” -así le dan por llamar a los mercenarios de la información- que se dedican al golpeteo mediático y consistente, contundente y lleno de diatribas, que afecta la reputación de los contrarios y procura en todo momento hacer más daño que nada.
Resulta triste ver la forma en que se destrozan con aspectos que poco tienen que ver con lo que queremos que nos ofrezca un presidente, un gobernador o un alcalde: la gente, los de abajo, los que caminaos por las calles y vamos al estadio queremos otras cosas, y no escuchar los pleitos y mentiras que todos los días publican.
Sinceramente, da flojera escuchar noticiarios donde “A” dice que “B” es esto y lo otro, mientras que “C” afirma que “A” tiene tal o cual situación penosa o ilegal.
Y todavía, se atreven a hablar de moral y de principios. ¡Cómo creerles si se dedican a mentir!
Grave, muy grave, por ejemplo, la clase de tipos que se han único al candidato Meade o los que se sumaron a López; hay cada pájaro de cuenta que la verdad, no dan ganas de votar por esos candidatos, por la calidad de sus integrantes de comité de campaña, que resultan verdaderamente penosos para todos.
Y así, todos los días vemos mentiras y chismes.
Mucho nos gustaría ver una campaña de altura, periodismo honorable e información verídica, lejos de los chismes que gente como la Uresti propicia en su espacio noticioso.
Les gusta el chisme y se erigen como jueces, olvidando su papel de comunicadores. Nadie tiene por qué legislar a través de ellos, ue realmente no tienen ninguna autoridad legal… ni moral.
Y es lo que quisiéramos que desaparezca: esa campaña negra de tipos propios de un ambiente nefasto y sucio, que no debiera enlodar a nuestra política, ya de por sí tan devaluada y con tanto vituperio encima.
Comentarios: columna.entre.nos@gmail.com