En los Alpes suizos, en la ciudad de Davos, se celebra anualmente el Foro Económico Mundial (World Economic Forum, WEF, por sus siglas en inglés), -como ocurrió la semana pasada-, donde se reúnen altos líderes económicos y políticos del planeta, desde 1971.  El WEF surge en los tiempos que el orden geopolítico se re-estructuró alrededor de la globalización. La arquitectura de la gobernanza global adquiría fachada de multilateralismo, cooperación e incluso integración económica. Los primeros pilares de dicho orden, se erigieron poco antes del fin de la segunda guerra mundial, con el establecimiento del Fondo Monetario Internacional (1944), el Banco Mundial (1944), y la ONU (1945).  Han pasado más de 50 años desde el primer WEF, y la economía global se fragmenta, pero la cita al WEF no deja de ser un momento para tomarle el pulso económico y político al mundo.

Las discusiones de este año giraron en torno a cuatro bloques temáticos: 1) Lograr la seguridad y la cooperación en un mundo fracturado; 2) Generación de crecimiento y trabajos para una nueva era, 3) La inteligencia artificial (IA) como motor de la economía y la sociedad y 4) Una estrategia de largo plazo para el clima, la naturaleza y la energía. Se trata de temas que requieren una conversación global, por lo que aprovecharé este espacio para reflexionar lo ocurrido, refiriéndome a cuatro retos globales relacionados con cada bloque temático.

El reto de la seguridad ante conflictos bélicos actuales. El tema estuvo atravesado principalmente por la discusión sobre la crisis humanitaria en Medio Oriente y la persistente guerra en Ucrania. El secretario general de Naciones Unidas fue directo al decir que lo que ocurre en Gaza es un crimen humanitario impune. Efectivamente, llevamos meses atestiguando ataques sobre los civiles palestinos, entre ellos miles de niños, lo cual convoca manifestaciones de jefes de Estado de diversas regiones del mundo, en contra de los ataques de Israel, país que cuenta con el apoyo de Estados Unidos. La comunidad mundial se fractura en torno al posicionamiento sobre este conflicto y se teme por la escalada de una división mundial. Los llamados a la conciliación surgen, pero no parecen suficientes.  Por su parte, la presencia de Zelensky en el WEF, y una pequeña delegación rusa en el foro, podría parecer una inclinación al lado de Ucrania, por parte de los líderes del mundo. Esa guerra tiene que acabar por las terribles pérdidas humanas y también porque la economía global sigue resintiendo el corte de cadenas de suministro debido a ese conflicto.

El reto de conciliar a potencias económicas. En esta ocasión el presidente de la primera economía del mundo, Estados Unidos, no acudió al foro, pero sí el primer ministro de China, Li Qiang, quien dirigió un mensaje especial al mundo. Li Qiang se refirió a que el mundo actual tiene vínculos económicos muy estrechos, por lo que las respuestas separadas y fragmentadas solo harán más frágil a la economía. El representante de la potencia económica alude a la cooperación mundial; lo dice hoy, cuando China tiene huella en casi todo el orbe, incluido Estados Unidos. También planteó preocupación por el hecho de que los inversionistas extranjeros se mantienen precavidos de invertir en China, debido a la lenta recuperación económica pos pandemia y las tensiones con Estados Unidos. Eso es algo que está preocupando no sólo a China, sino a todos los países que hoy dependen de suministros del gigante asiático.

Un ejemplo de las tensiones EU-China se manifiesta en la disputa por el liderazgo en industrias que encabezan la generación de mayor valor agregado económico, entre ellas, la industria de semiconductores. Estados Unidos ha decidido enfrentar la competencia china con una estrategia de relocalización, y una política de ciencia y tecnología dotada de cuantiosos dólares para atraer dicha industria a su territorio. Es interesante que la potencia que ve amenazado su liderazgo, opta por una vía localista y protectora de su industria, mientras aquella en pleno ascenso, habla afablemente de la colaboración económica. La pregunta que esto detona es ¿cuál partido tomarán los países de ingreso medio, en desarrollo? La respuesta será importante, especialmente en un contexto donde ejecutivos de bancos globales reunidos en el WEF advirtieron de presiones inflacionarias debido a los incrementos en los costos de transporte y la posibilidad de que se eleve el precio del petróleo, aunado a los riesgos de volatilidad que pueden causar las tensiones geopolíticas.

 

El reto ético y de regulación de la IA, en un año en que la mitad del planeta estará en elecciones. El porvenir del mundo de cara al despliegue masivo de la inteligencia artificial fue el tema estrella del foro. Las discusiones se centraron en la regulación a la IA; el desarrollo ético de este sector; la protección a los vulnerables frente a la IA y la batalla por los chips. La industria de los semiconductores. La cuestión ética y regulación es un debate fundamental en un año en que 64 países del mundo tendrán elecciones nacionales que en conjunto suman 4 mil millones de habitantes del orbe. Esto incluye a Europa, que renovará su parlamento, y a Estados Unidos y México que elegirá presidente. El manejo de datos y discursos a través de la IA puede poner en riesgo la seguridad internacional. Una de las soluciones que se pusieron a discusión es establecer políticas que evalúen y auditen algoritmos, cuya idea central es asegurar que no se haga uso de datos -personales y de Estado de manera ilegal.

 

El reto climático: inversión tecnológica y reducción de emisiones.  El respaldo a la transición energética de hidrocarburos -principales responsables de las emisiones de CO2 a la atmósfera- a energías limpias, parece estar alcanzando consenso mundial entre las grandes corporaciones reunidas en Davos. Desde el WEF se lanzó una red para movilizar la inversión de energías limpias en el sur global, y liberar recursos hacia la transición energética de esa parte del planeta. La intervención del presidente de Colombia, Gustavo Petro, fue crítica respecto a ese tipo de estrategias, y consideró que se pueden usar recursos propios, enfatizando que lo importante es detener las intensas emisiones del norte del continente que están afectando a la Amazonía: que en sus palabras es “la esponja que parcialmente absorbe el CO2 que emite el norte del continente como una chimenea”. En contraste, el mandatario argentino Javier Milei, refirió que las discusiones sobre el cambio climático no deben impedir la libre empresa. Quizá el punto es visible en Europa, pues ese bloque, a través del CEO Action Group for the European Green Deal, (Grupo de Acción para el Pacto Verde Europeo) expuso su apuesta por las energías limpias en el continente europeo impulsando la innovación. Para Europa, la transición energética es una forma de enfrentar la crisis climática, pero también para ganar soberanía energética, pues padecieron la dependencia de hidrocarburos en medio de la crisis por el COVID y por la guerra en Ucrania.

Desde 2019 y debido a la pandemia, México no ha enviado una delegación oficial.  En septiembre pasado la Canciller, Alicia Bárcenas, se reunió en Nueva York con Klaus Schwab, director ejecutivo y fundador del WEF, por lo que se especuló sobre la participación de México para este año, cosa que no sucedió.  Al respecto, considero que el WEF sólo nos adelanta la posible dirección de las decisiones de los grandes líderes, pero no es ahí donde se firman Acuerdos. Por tanto, aún a la distancia, se puede dar un buen seguimiento sobre el pulso del evento.  Además, los años dorados de la integración y el multilateralismo parecen haber terminado, en su momento, fueron promovidos por la potencia que hoy ve amenazado su liderazgo y que ha girado el timón hacia una política de relocalización, protección de su industria e inversión en su propio territorio.

Esta nueva política estadounidense es lo que conocemos como “nearshoring” (relocalización cercana), una oportunidad única para el crecimiento y desarrollo económico de México, confío en que nuestros líderes aprovechen la coyuntura y la lleven al siguiente nivel, es decir, que los beneficios económicos se vean reflejados en la reducción de la pobreza y la desigualdad, flagelos que continúan lacerando a nuestra sociedad e incluso amenazan el futuro de nuestra gran nación.

La autora es Secretaria General de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión