¿Cuánto puedes dar de ti sin tener que mediar un interés? Dar sólo por el hecho de sentir que a alguien le hace tanta falta, un poquito de lo que a ti te sobra; no, no hablo de cosas materiales, hablo de dar lo que tanto necesitamos y hemos menospreciado por el hecho de que no cuesta nada, sólo basta con abrirse de corazón para abrazar al otro, para hacerle sentir, a pesar de no conocerlo, que percibes lo que está sintiendo; sólo basta mirar a los ojos del que busca desesperadamente sentir que entiendes por lo que está pasando; eres fuerte, le dije, y al escucharlo, levantó la cara y dejó de buscar en la nada lo que se le había perdido y sabía que no podría recuperar; sí, me lo dijo sin mediar palabra, perdió todo lo que amaba, se había ido una parte con el tiempo, porque tarde o temprano, el tiempo cobra la factura a los que habitamos esta tierra; y lo que no le arrebató el tiempo, se lo arrebató la vida de una manera despiadada, pero aún conservaba la tierra donde nació, donde sus padres se habían esforzado tanto para dejarle un patrimonio a él y sus hermanos, no era una esperanza vana, era algo palpable que esperaba pacientemente que él hundiera sus manos en su seno para arrancar de raíz lo que ya había muerto, lo que había dejado de producir por el abandono involuntario, sí, debido al infame embate de los que no tienen nada que perder porque ya han pedido el alma. Respira hermano, le dije, pero respira hondo, deja salir el aire viejo que tanto le pesa a tus pulmones y te mantiene inclinado, viendo siempre al suelo; respira, levanta la cabeza, que ya es tiempo de que recuperes tu dignidad perdida, estás aquí y estás vivo, y quítate esa idea de que estas enfermo, 80 años no son nada, es un medida de tiempo solamente para que alguien pueda distinguir a los grandes hombres, a los más fuertes, a los que vencieron la adversidad con honor y gallardía.
Mi hermano, desconocido para mí, apenas un par de minutos antes, recuperó el brillo de sus ojos, y dibujó en sus labios una enorme sonrisa y me dijo: ¿En verdad estoy sano?, repítelo una vez más, no quiero estar equivocado, no quiero pensar, que no escuché bien, tú lo crees en verdad? No sólo lo creo, le dije, te lo aseguro. Entonces ¿qué me estaba pasando? Lo que te estaba pasando, le contesté, sólo es la sensación que deja un viento inesperado que llega con el tiempo, para hacernos sentir su fuerza al llevarse de nuestro lado lo que más amamos, a eso, querido hermano, se le llama tristeza.

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