Mi muy querido suegro, Don Aristeo Rodríguez Guerrero, que Dios lo tenga en su Santa Gloria, hombre culto y muy correcto en cuanto a la pulcritud en el lenguaje, solía llamarnos la atención a la familia frecuentemente, cuando al estar hablando, no completábamos las oraciones o cuando el orden de éstas no le daban la correcta traducción a los mensajes; y más le molestaba, que hiciéramos mofa de su reclamo, pues al poner ejemplos para que entráramos en razón, no podíamos contener la risa; pero debido a su carácter firme, lograba meternos en cintura, haciendo así respetar a su persona y a la verdad que había en su reclamo. Hace unos días lo recordé con mucho cariño y eterno respeto, pues resultó que aquello que nos parecía muy divertido, en ocasiones, puede causar verdaderos motivos de molestia, incluso de dolor si no se atiende con claridad alguna disposición o recomendación, para mejorar algún malestar físico, sobre todo, ahora que un gran número de personas está quedándose en casa con motivo de la pandemia y evita salidas, incluso las necesarias, como acudir a un consultorio para ser atendida por algún otro motivo donde no esté involucrado el Covid 19; y digo, me vino a la memoria tan extrañado personaje, porque se presentó un caso que ejemplificaba el señalado mal hábito, de no completar la frase en alguna oración gramatical y que ocasionaba aquellos justos reclamos de Don Aristeo; he aquí el ejemplo: Resulta que una persona aquejada por crisis de ansiedad recurrentes, solicitaba a una amiga le dijera qué otras opciones, además de los medicamentos, había para evitar o disminuir aquellas crisis; la amiga que tenía vasta experiencia en medicina alternativa, le menciono algunas fórmulas, entre ellas las de la aplicación de unas esencias extraídas de algunas hierbas, mismas, que habían sido ya utilizadas con gran efectividad por nuestros ancestros, a lo que la enferma no dudó en aceptar la receta que consistía en la aplicación de varios aceites en lugares estratégicos de la cabeza; pero resulta que en esos momentos la paciente presentó una de sus crisis por lo que apuró a su amiga a terminar con la descripción de la aplicación referida, tal premura hizo que la experta en herbolaria le dijera rápidamente que se aplicara un par de gotas en las cienes, otras en los lóbulos de las orejas , así como atrás; la paciente le dio las gracias y colgó rápidamente para realizar el procedimiento; al día siguiente la amiga le habló a la paciente al número de su teléfono celular, para comprobar su estado de salud y ella contestó un tanto molesta, pues le reclamó el hecho que no le advirtiera que dichos aceites fueran extremadamente irritantes; la experta en herbolaria le preguntó si se los había aplicado conforme a sus instrucciones y la paciente afirmó, reconociendo que las aplicaciones de las cienes y de las orejas, la sensación fue leve, no así la que se puso atrás, a lo que la experta le dijo: pero si no te irritó ni en la piel de las cienes y los lóbulos de las orejas por qué te iba a hacer un efecto más irritante atrás de las orejas; la paciente respondió con asombro: ¿atrás de la orejas? Y reconociendo el error y para bajar un poco la mortificación de la experta en herbolaria, le dijo: pero no te preocupes, del tanto ardor que traía, realmente se me pasó rápido la crisis de ansiedad.
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