El tema de la Guardia Nacional parece destinado durante mucho tiempo, a ser centro de polémica, en donde a juzgar por las posiciones radicales no parece haber tonos de gris, sino sólo blanco y negro.
La raíz de esta disparidad a ultranza de opiniones y reacciones es, se ha dicho hasta el hartazgo, las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos presuntamente perpetradas por las filas militares y marinas.
Los detractores de esas corporaciones hablan con largueza de torturas, atropellos a personas y patrimonios, letalidad excesiva e inobservancia del estado de derecho entre varios saldos negativos. Cuánto de todo eso sea realidad, cuántas de todas las situaciones sean verdades a medias o cuántas sean mentiras completas, es difícil comprobarlo en lo que hoy, sin maquillajes ni lenguajes simbólicos son tiempos de guerra. Así, en tres palabras.
Es fácil caer en los señalamientos y es fácil lanzar denuncias. Hay material de sobra, porque son tantas las brutales experiencias vividas en ese contexto que es muy probable que parte de ellas hayan caído en los abusos denunciados. Coincido en esa posibilidad.
Pero en lo personal tengo una pregunta:
¿Alguien se ha puesto a pensar cómo sería México en estos momentos, si desde que empezaron estos días aciagos no hubiera salido el Ejército y la Marina a las calles y a las brechas a enfrentar a la delincuencia organizada?
Sólo imaginarlo es asomarse al infierno.
No creo ser catastrofista en esta apreciación, sólo peco de realista. Ninguna corporación policíaca, ni siquiera la Federal, tenía ni tiene la capacidad de respuesta de soldados e infantes de la SEMAR. ¿En dónde o cómo estaríamos si no hubiera recibido la sociedad el auxilio de ellos?
Tal vez seguiríamos sin viajar por carretera, tal vez estaríamos encerrados en casa, tal vez ni siquiera hubiéramos tenido elecciones. Los “tal vez” son una alegoría tétrica, porque tal vez, sin militares ni marinos, muchos más mexicanos honestos no estarían en este mundo.
Hay que valorar este escenario. Sobre la Guardia Nacional hay que pensar en cómo hallar un equilibrio y no polarizar el tema en términos de gloria e infierno.
Y es que el término “equilibrio” es excepcionalmente importante:
Sin equilibrio se es demasiado rico o demasiado pobre.
Sin equilibrio se es demasiado poderoso o demasiado débil.
Pero lamentablemente en materia de vida o muerte no hay equilibrios. No existen los “demasiados” hacia un extremo u otro. O se está vivo o se está muerto.
Y ese equilibrio se ubica hasta ahora, aunque muchos lo nieguen, en las fuerzas militares.
Así que en una frase hagámosle un favor a México en este terreno: Menos pasiones y más razones. ¿No cree que sería lo deseable?…

OJALÁ SEA PERMANENTE
A más de dos semanas de haber concluido el operativo de seguridad carretero por las vacaciones navideñas, me parece oportuno exponer un balance.
Al margen de los accidentes de temporada, prácticamente imposibles de eliminar por la saturación vehicular en esas vías de comunicación, el recuento de lo sucedido en la Entidad arroja un escenario que en mi opinión debe colocarse sobre la mesa.
Me refiero a la seguridad pública en ese terreno.
Decenas de miles de vehículos transitaron -incluido el de quien escribe y de mi familia- por la red de carreteras de Tamaulipas y -excelente noticia- los asaltos, despojos o agravios contra vidas y patrimonios de los viajeros no aparecieron, en un escenario digno de valorarse a la luz de las estremecedoras experiencias que eran la “normalidad” en nuestra patria chica.
Un detalle me llamó la atención.
Por cada patrulla de la Policía Federal de Caminos, por lo menos conté tres de la Policía Estatal de Auxilio Carretero. Desde luego, en la geografía tamaulipeca.
Son los hechos. Esta corporación, creada por el gobernador Francisco García Cabeza de Vaca, funciona. Ojalá, es un buen deseo, sea este saldo un beneficio permanente…

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