Dicen en el pueblo en donde nací, que “Niño que nace panzón, aunque lo fajen de chiquito”.
La frase exhibe a una parte del ser humano, el cual en muchas ocasiones conserva durante toda su vida los vicios con los que vió la luz por primera vez, por más esfuerzos que haga por remediarlos.
Y eso, es precisamente lo que parece suceder con el Movimiento de Regeneración Nacional, mejor conocida como MORENA. Y una muestra es nada menos que Tamaulipas.
El día que tomó posesión Andrés Manuel López Obrador como Presidente de la República, en Victoria se vivió una experiencia que en lo pequeño muestra lo que sucede en el interior de ese partido y lo que parece sobrevendrá en el mismo en una especie de destino casi fatal. No sólo aquí, sino en todo el país.
El sábado pasado se llevó a cabo en esta capital una marcha de morenistas para celebrar el ungimiento de su pastor. Nada parecía ser tema para comentar por ese solo hecho, si no fuera por la trifulca que se desató entre la dirigencia formal y los que se ven a sí mismos como “iluminados” en nuestro Estado. Empezó como discusión, escaló a la abierta confrontación y estuvo a punto de terminar en fiera batalla campal.
¿Qué relación tiene lo sucedido en Victoria con la frase mostrada en el inicio?
Trataré de explicar mi percepción en ese terreno.
No es un secreto que MORENA se formó como los buenos moles: Con varias docenas de ingredientes como chiles de todos colores y picores, múltiples especias, vegetales, dulces y otros componentes que le dan una variedad fuera de serie. De una manera parecida, El fundador de Regeneración atrajo a priístas, panistas, petistas, ecologistas y sobre todo a perredistas, que precisamente fueron los que llevaron a la nueva casa sus lastres históricos conocidos como “tribus”, que por años caracterizaron al sol azteca.
En lo chiquito, como es el caso de Victoria, quedó claro que en MORENA subsiste esa visión de grupos. Todos se sienten generales, todos se atribuyen los éxitos y todos esperan ser los apapachados.
Este escenario revela algo que debería quitar el sueño a ese instituto. Fuera de López Obrador nadie reconoce mando superior ni nadie se siente inferior a otro militante. Las mismos clanes que sepultaron al PRD son los que infestan al partido hoy en el poder. Igual de belicosos, igual de indisciplinados.
Todo esto lleva, en mi opinión, a una premonición, que como suele suceder en esos casos, no es nada alentadora:
MORENA va a vivir sólo el tiempo que Andrés Manuel controle el timón. Después que la biología actúe y AMLO ya no esté, sólo sobrevivirá. Y posiblemente su destino sea la extinción.
Cierto, Victoria es un botón minúsculo de muestra, pero prácticamente en todas las latitudes del país se registran circunstancias semejantes. Una lucha sorda por el poder que se advierte hasta en los más elevados círculos, como la protagonizada por Martí Batres, Ricardo Monreal, Yeidckol Polevnsky y de manera soterrada pero más inteligente, Porfirio Muñoz Ledo. Cada vez que pueden, como se dice en el argot de la lucha libre, se dan de manera hasta ahora maquillada hasta con la cubeta, en el afán de detentar un poder sólo sometido al del Presidente. A todos los une únicamente el delgado hilo de una lealtad a veces dudosa hacia el jefe de ese partido y ahora también de México.
No. No le auguro larga vida a MORENA si persisten estas condiciones, porque si López Obrador no es capaz o no le alcanza el tiempo para crear una sucesión confiable del poder, lo pavoroso para los mexicanos es –Dios nos libre– que un oportunista asuma el control nacional.
Para decirlo más claro, un clon de Nicolás Maduro.
Qué miedo…
LA FRASE DEL DÍA
Está llegando la época en que la honorabilidad es la excepción y la traición es la norma…
Mario Vargas Llosa
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