Ya tenía pensado escribir sobre el problema del agua en Victoria, pero justo en la mañana de hoy me convencí más de hacerlo, pues recibí un mensaje de una ex compañera, de hace algunos años en mi paso por la Preparatoria Federalizada, de mi amiga Karina Torres, con el contenido siguiente (cito textualmente):

“Amigo, estoy despierta desde las 5 de la mañana esperando el agua, no llegó sino hasta las 10:40 am… ¿y adivina qué? Se volvió a ir… ¿Cómo puede ser posible que la gente en Victoria siga viviendo así? Sin agua para bañarse… ni para lavar… ni ir al baño… al menos gestionar un programa para apoyar con tinacos a las familias más vulnerables… la vez pasada solo les regalaron una cubeta por casa a unos cuántos…

No todas las personas pueden adquirir un tinaco… mi madre es una de ellas, a pesar de que tiene un trabajo fijo… la mayoría no tiene el dinero para eso, apenas y pueden comer…”

Avergonzado, le contesté que desde luego tenía razón.

Y digo “avergonzado”, puesto que aunque no soy miembro del Consejo de Administración de la COMAPA, ni formo parte de la estructura organizacional del organismo, siento, como autoridad, una corresponsabilidad de todos los problemas que nos aquejan.

En febrero escribí un texto que titulé: “La corrupción en la COMAPA”, en él hablé sobre la necesidad de que hubiera justicia, por todos los abusos, y malos manejos que se presume hubo en el pasado y que, en gran medida, son los que tienen así al que siempre debió ser el más genuino de los organismos. “Que haya estado de derecho, que se aplique la ley si es que hubo corrupción”, alegué en aquella oportunidad…

Pero, ¿hoy? Hoy apuesto doble contra sencillo que a ningún victorense le importa saber quién o quiénes son los responsables históricos de esta desgracia (permítanme emplear esa expresión, es lo que es), porque es tan grave el problema que a los capitalinos ni responsables, ni diagnósticos técnicos, ni planes de resolución del problema en el mediano plazo les interesa: lo único que quieren saber es, ¿Hasta cuándo van a poder normalizar sus actividades cotidianas?

¿Hasta cuándo van a poder bañarse o, hasta cuándo van a poder bañarse con relativa normalidad?

¿Hasta cuándo van a poder lavar los trastes, la ropa, hacer el aseo en la casa, y hasta poder ir al baño con la seguridad de que habrá agua en el tanque? Y es que suena a dramatismo superficial, pero es la realidad pura que se vive en la ciudad.

Y como me escribió Karina en la mañana: no todas las personas pueden adquirir un tinaco…

De acuerdo a datos de UNICEF cerca de mil niños en el mundo mueren todos los días a causa de enfermedades asociadas, precisamente, con la falta de agua potable…

En fin. A pesar de las deficiencias en materia de comunicación que tiene la COMAPA para informar mejor, se reconocen, lo digo con toda claridad, los esfuerzos de las autoridades competentes y su sensibilidad en torno al problema, además de que es clara la falta de recursos económicos y materiales para abastecer de agua a todos los victorenses afectados, pero, la gente no entiende porqué entonces para otras cosas mucho menos prioritarias sí hay recurso, y hasta despilfarro, y estimo que es más que legítima esa creencia popular.

Y por más mal que ésto esté, a casi cualquier cosa puede acostumbrarse una sociedad, pero a no tener agua, nadie puede acostumbrarse. El grito de los victorenses reza en dos palabras: ¿Hasta cuándo…?

¿Algún plan emergente?
Te asiste la razón, Karina. Es tu derecho humano, y el de tu familia.