Corrían los últimos años de la década de los setenta. Obviamente del siglo apenas pasado.
Un dieciochoañero, su servidor, acababa de ingresar a la etapa de educación profesional. A la Universidad Autónoma de Tamaulipas, en el campus Tampico-Madero.
Eran tiempos difíciles para la UAT. El porrismo campeaba a sus anchas en todos los rincones y niveles de la institución. Imponía profesores, directores de facultades, manejaba una jugosa tajada del presupuesto y hasta obligaba a dimitir a rectores, como sucedió con el doctor Leandro González Gamboa.
Eran tiempos también en que la docencia de mi Alma Mater, a pesar de contar con valiosos académicos, también arrastraba bultos que aprobaban exámenes a cambio de una botella de whisky hasta ubicarla en niveles humillantes en los que sufría afrentas como ver publicadas solicitudes para contratar a un ingeniero, un contador u otro profesional, en las que se leía “Egresados de la UAT absténganse”.
Eran tiempos en que los rectores daban manga ancha al pillaje de alumnos fósiles y líderes de grupos, en un buen número convertidos en asaltantes con credencial de estudiante. Tiempos en que un rector, José Manuel Adame Mier, justificaba ese vandalismo con una frase: “Los muchachos tienen capacidad de respuesta”.
Costó mucho tiempo, muchos esfuerzos, voluntad política y hasta lutos, dejar ese lastre en el pasado. Fue una tarea penosa por lo lenta y extenuante, pero gratificante en cada año que se avanzaba un paso más, en que se daba una palada más a la oscuridad y se abrían puertas para verdaderos universitarios.
Quien escribe, que fue testigo de esos años de tormenta, sabe la diferencia entre ese ayer y el presente.
Conozco esa historia cercana y valoro en su justa medida lo que hicieron sus sucesivas autoridades para convertir a la UAT en un plantel de excelencia en su infraestructura, cómo lograron depurar su planta docente hasta ser referente en posgrados y en educación a distancia, cuando nadie imaginaba que una pandemia obligaría a todos a seguir ese camino.
Por el sudor regado en esa ruta, por los riesgos que costó enfrentar a un clan casi mafioso para desterrarlo de aulas y direcciones, por la voluntad para no dar marcha atrás en ese objetivo, me ofende ver hoy que la UAT, mi UAT, es blanco de acusaciones que lastiman no sólo a su imagen, sino a todos los que nacimos profesionalmente en ella para ser ciudadanos productivos.
No sé cuánto sustento pueda tener el señalamiento lanzado por la Unidad de Inteligencia Financiera sobre esta casa docente, pero externo en este espacio un paquete de buenos deseos.
Ojalá que esa investigación sea producto de una auténtica aplicación al estado de derecho, ojalá que su propósito sea realmente un acto de honrar a la justicia. Ojalá que esa pesquisa no sea producto de un tinglado político en donde el nombre de nuestro hogar profesional esté sirviendo como un escalón más para otros objetivos, ajenos a la vida universitaria.
Me enorgullece sentirme Ex-A-UAT.
Me enorgullece haberla visto crecer y presenciar ahora la espléndida universidad en que se ha convertido. Sé que miles y miles de estudiantes, egresados y directivos de la misma comparten esta convicción.
Reclamo un trato justo para ella. Reclamo cuidar su buen nombre.
Bastantes pérdidas hemos sufrido ya los tamaulipecos como para perder también a nuestra Alma Mater…
LOS REFUERZOS DE MORENA
Este año seguirá siendo pródigo en sorpresas en el mundo político de Tamaulipas.
Hasta ahora, los nombres de varios priístas han resonado como nuevos refuerzos de MORENA. No son unos más, son valores reales de la nomenclatura tricolor que arroparán a esas filas en 2022, no necesariamente dentro de esas siglas.
Y se los adelanto desde hoy.
Faltan más. Y no tienen idea del nivel de algunas de esas figuras.
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