La última paciente del día de ayer me dijo que en un par de días cumpliría 64 años, y como su nueva cita sería en un mes, me permití felicitarla anticipadamente, pero ella, mirándome con tristeza me preguntó ¿Médico, dígame, si al cumplir esa cantidad de años seré una anciana? He de reconocer, que me pareció algo extraña su pregunta, pero, pasado un minuto le pregunté: ¿Cómo se siente ahora que tiene 63 años? Ella contestó: me siento bien; entonces, ¿por qué habría de pasar a ser una anciana a los 64 años? Siguió diciendo; es que yo conozco a varias personas de esa edad que tienen aspecto de ancianas; y qué le hace suponer que lo sean, repliqué; bueno, tienen el pelo canoso, caminan encorvadas, arrastran los pies, incluso, no tienen ánimo de bañarse, ni de cambiarse la ropa muy seguido, tampoco les agrada salir de su casa y lloran  por cualquier cosa, en sí, no se les ve que tengan ánimo.  Le dije que me daba la impresión de que estaba describiendo a personas con sintomatología propia de un trastorno depresivo, y eso podría justificar el hecho de que adoptaran actitudes que reflejaran una edad cronológica que no tienen. La paciente pareció quedar conforme con la explicación que le di y prometió seguir saliendo a caminar todos los días, así como continuar asistiendo a las pláticas y prácticas del grupo de ayuda mutua al que pertenece.

Don Feliciano, persona de 88 años de edad, llegó al consultorio un poco serio, algo que no es habitual en él,  después de saludarlo e invitarlo a sentarse le pregunté cómo se encontraba de salud, y  con un dejo de preocupación me dijo, que había notado la presencia de nuevos achaques; le solicité los describiera y me dijo: me duele el hombro derecho; al interrogarlo sobre la posible causa, él me dijo que había estado chapoleando el fin de semana; le pregunté cuanto tiempo había realizado dicha práctica, y me contestó que empezó a las 8:00 hs y terminó a las 12:00 has., le dije que no me quedaba la menor duda de que ese ejercicio era el causante de su dolencia y que me parecía excesivo esfuerzo para su edad, y me contestó que todavía el año pasado  aguantaba más tiempo y eso le preocupaba.

Petrita una amable señora de 78 años, cuida con gran amor a Juanita su madre, que cuenta 96 años de edad, ambas llegaron muy sonrientes al consultorio, pero Juanita me reclamó el hecho de no haberle obsequiado una camiseta deportiva representativa del grupo GAM-COPELFEI, en son de broma le dije que se la tenía que ganar acudiendo a los ejercicios sabatinos, y cuál fue mi sorpresa cuando la vi realizando los ejercicios propios para su        edad y constatar que no faltó, hasta el día que se le ocurrió levantar un objeto pesado en su domicilio, al verla llegar con cierta dificultad al área de ejercicios, nos explicó su problema, y le sugerí se fuera a su casa descansar, pero ella  sonriendo dijo que por ningún motivo faltaría a las prácticas sobre todo cuando sentía que ya se había ganado la camiseta.

Me puse a reflexionar sobre la admirable buena actitud de estas personas y buscando una explicación llegué a la conclusión de que todos tenían como común denominador el hecho de haberse desarrollado en un hogar felizmente bien integrado, donde habían recibido un importante aporte de valores positivos.

 

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