El extremo opuesto al principio es el fin, y este parece tan lejano, cuando vivimos de prisa, pensando que no tenemos tiempo para detenernos a analizar cómo hemos vivido nuestra vida, porque damos por hecho que la vida es un continuo correr detrás de metas, que en ocasiones resultaron inalcanzables, debido a que utilizamos siempre las mismas estrategias para buscarlas.
Cuando nos sentimos cansados de correr y decidimos parar, de pronto nos damos cuenta, que ya no somos los mismos de cuando iniciamos la carrera, nos empieza a doler lo que nunca imaginamos que nos dolerÃa, y no me refiero únicamente a las articulaciones, los huesos, los músculos y todo lo que por su naturaleza está sujeto a sufrir un proceso de envejecimiento con el tiempo, no, me refiero al dolor que sufre nuestro espÃritu, al percatamos, que en mucho de ese recorrido, no nos dimos cuenta, de cómo se iban perdiendo tantas buenas oportunidades, para alimentarnos de aquello que nos harÃa sentir que la vida, no fue tan sólo un viaje sin rumbo fijo en busca de algo que no tenÃamos muy claro y que pensamos que reconocerÃamos en cuanto alcanzáramos la meta que nos habÃamos propuesto.
Cuando logramos detener nuestra inexplicable carrera y perdemos el miedo de voltear atrás, para ver todo lo que hemos dejado en el camino, seguramente encontrarÃamos, las oportunidades de haberle dicho a alguien lo mucho que lo amabas, las oportunidades de haber abrazado a nuestros seres queridos, haber disfrutado tantos momentos felices e irrepetibles; oportunidades de arrepentirnos de todo aquello que hicimos mal, oportunidades para perdonar y ser perdonados; oportunidades para haber despedido a tiempo nuestro egoÃsmo, de habernos alejado de los malos hábitos, de haber dejado de sumar resentimientos y acumulado malos pensamientos que generan envidia, odio, rechazo a la vida misma.
Cuando logramos detener nuestra inexplicable forma de ser, nos damos cuenta que lo que nos detuvo, fue precisamente el dolor que igual se presenta de forma inexplicable, para decirnos, que aún estamos a tiempo de hacer lo que realmente nos dará la satisfacción de sentir que vivir valió la pena.
No esperemos llegar al final del camino para encontrarnos con que no hay nada más por qué correr, lleguemos a la meta con la satisfacción de haber logrado sentirnos felices, al saber que en el extremo opuesto del principio encontraremos un nuevo camino y no el fin de lo que pensamos era la vida.
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