Poco a poco, desde la creación del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, los mexicanos nos hemos ido acostumbrando a un terminajo que se ha convertido en una muestra de la escasa credibilidad en los procesos de esa naturaleza.

“Judicialización”, le llaman a esa modalidad.

Desde hace años, más de los deseables, casi todos los resultados en las urnas no son aceptados de primera mano por candidatos y partidos. Sólo cuando las diferencias en los votos son abismales no se recurre a una queja ante ese tribunal para tratar de ganar en el escritorio de un juez lo que el pueblo les negó en las casillas.

Vamos, esa “judicialización” es tan dominante que en sus casos extremos aparece inclusive antes de las votaciones.
Ya lo vemos normal, pero ahora que tenemos esa óptica, resulta que un nuevo factor empieza a adueñarse de estos ejercicios cívicos. Ya no basta a los aspirantes y a sus casas políticas el impugnar un registro o un resultado ante un tribunal. Como dice la voz popular, ya “les quedó chico” ese recurso.

Hoy, la moda, si así se puede llamar, es una práctica mucho más aberrante: La intromisión de los gobiernos, sin importar su nivel, en los comicios mediante acciones penales contra los candidatos o contra quienes los apoyen directa o indirectamente.

No citaré ejemplos por no herir susceptibilidades, pero cualquier persona los puede observar en todos los estados, regiones y municipios del país. En cuanto el abanderado, hombre o mujer, de un partido cualquiera empieza a ampliar su ventaja sobre su rival, como por arte de magia le detectan haber perpetrado un delito. No necesariamente cometido en la precampña o en la campaña, sino meses y hasta años atrás.

No vayamos muy lejos. Como sucede en otros estados, en Tamaulipas ya hay casos contra alcaldes que buscan la reelección, candidatos a ediles incómodos para el poder en turno y contra aspirantes a diputados y hasta a alguna modesta regiduría.

Es grave sin duda este escenario, pero después de la forma lo más preocupante es el fondo, que revela que los contendientes y sus partidos no tienen las aptitudes o valores que necesitan para vencer en las urnas y buscan eliminar al adversario mediante argucias legales o como decía un viejo político: “legalonas, legalonas”.

Ya sólo falta que en lugar de citatorios a juzgados y lindezas por el estilo, ahora a los candidatos los reciban con una vieja frase policíaca:

¡Arriba las manos!…

PROPUESTAS Y DESLEGITIMACIONES

Es difícil encontrar propuestas realistas sobre cómo solucionar añejos problemas de una ciudad o de una región, pero es muy sencillo toparse con acusaciones al mayoreo, señalamientos y deslegitimaciones.

Un caso notable en ese sentido es el del abasto de agua en el municipio de Victoria, en donde ha puesto especial énfasis el candidato a diputado federal, Oscar Almaraz Smer, quien como respuesta a sus planteamientos recibió de un diputado local opositor un reclamo: “Sólo hablan de resolver el problema del agua en campañas”.

No me atrevo a hablar por todos los ex presidentes municipales, pero creo justo poner sobre la mesa que por lo menos en las alcaldías de Enrique Cárdenas, Alejandro Etienne y el propio Almaraz, se hicieron grandes esfuerzos por conseguir apoyo estatal y federal, sin que se escucharan sus voces.

Caray, hasta el infumable Xicoténcatl González lo intentó, aunque basado en la gran mentira de un crédito de un organismo mundial que realmente existe, pero que nunca consideró a Victoria como beneficiario.

Por desgracia, nadie –ni siquiera los siguientes mandatarios hicieron el intento– ha logrado repetir la hazaña del entonces gobernador Américo Villarreal Guerra al construir el acueducto desde la presa Vicente Guerrero, pero hay que reconocer que el proyecto que puso en el escaparate Oscar Almaraz cuando fue jefe de la comuna capitalina para una segunda línea desde ese vaso, era técnicamente factible. El pecado era que no había opciones de financiamiento como ahora sucede y eso lo frenó.

Decir la verdad no deshonra a nadie. Y como dice un viejo refrán: Lo cortés no quita lo valiente…

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