Es importante reflexionar que todo fanatismo religioso supone, por desgracia, el desprecio por la Buena Nueva, así como el olvido de los demás y el adueñamiento de Dios.
Jesús es rechazado por sus paisanos, más que por conocerlo, por ser un profeta que proclama buenas noticias que van más allá de su propio pueblo. Aquellos hombres y mujeres no entendían que la Buena Nueva era para todos, sin excepción. Tampoco comprendían que aquellas buenas noticias no sólo eran para “sus” pobres, “sus” cautivos, “sus” oprimidos. Se les olvidaba que pobres y oprimidos, necesitados de buenas noticias, existen en todas partes.
De ahí que la Buena Noticia no es exclusiva de nadie; su peculiaridad es que tiene como destinatarios a todos, especialmente a aquellos que más sufren. Para dejar clara esta convicción, el desenlace del relato evangélico no se ubica en la ira de los paisanos de Jesús que pretenden matarlo, sino en que, “pasando por en medio de ellos, se alejó de allí”. Por consiguiente, la apertura con la que se ha iniciado el “Año de gracia del Señor” no puede ser detenida por nadie; ni siquiera la indignación de un grupo de personas que, con pretextos religiosos, pretendían adueñarse de Dios y de las consecuencias del año de gracia del Señor.
Es necesario reflexionar, si las necesidades no respetan fronteras, las soluciones tampoco deben tenerlas; cuando un grupo o una persona quiere adueñarse de Dios y de sus buenas noticias sin darse cuenta, lo que realmente están haciendo, es expulsándolo de su vida, pues la incapacidad para reconocer que Dios es para todos, impide tenerlo.
Se puede orar con palabras del Salmo 70: “Señor, tú eres mi esperanza, que no quede yo jamás defraudado. Tú que eres justo, ayúdame y defiéndeme; escucha mi oración y ponme a salvo”.
Que la paz y el amor del buen Padre Dios les acompañen siempre.