El acto sexual sin amor elimina por momentos el abismo que hay entre dos seres humanos. Soy como todos, sin sentimiento o pensamiento que me hagan distinto, me adapto en costumbres, ropa, ideas, no estoy en soledad. No sé es consciente de la necesidad de conformismo, vive la ilusión de que es individual, de que llega a determinada conclusión como resultado de su pensamiento, y que sus ideas son iguales que las de la mayoría.

Todos obedecen los mismos órdenes, convencidos de que son sus deseos. La producción en masa estandariza productos; el proceso social estandariza seres humanos. Del nacimiento a la muerte, toda actividad está prefabricada. ¿Cómo puede un hombre preso en esa red recordar que es único, que se le dio una oportunidad de vivir, con esperanza y desilusión, dolor y temor, anhelo de amar y miedo?

Nos conocemos y no nos conocemos, porque no somos una cosa. Cuanto más avanzamos a la profundidad de nuestro ser, o el de otros, más nos evade el saber. Sin embargo, no podemos dejar de sentir el deseo de penetrar en el secreto del alma humana. El amor no es relación con una persona; es una actitud, orientación del carácter que determina la relación de la persona con el mundo. Si amo a una persona, amo a toda persona, amo al mundo, amo la vida.

Para la mayoría, su persona, como las otras es rápidamente explorada y agotada. Para ellos, la intimidad se establece a través del contacto sexual, que disminuye con el paso del tiempo. El resultado es que trata de encontrar amor en la relación con otra persona, un nuevo desconocido que se transforma en la persona íntima, la experiencia de enamorarse vuelve estimular, es intensa para ser menos intensa, y lleva al deseo de una nueva conquista, un nuevo amor, con la ilusión de que será distinto esta ocasión. La atracción sexual crea la ilusión de la unión, pero sin amor, tal unión deja a ambos tan desesperados como antes.

El problema humano del capitalismo es que necesita hombres que cooperen mansamente, en gran número; que consuman cada vez más; estandarizados y puedan modificarse y anticiparse fácilmente. Necesita hombres que se sientan libres e independientes, no sometidos a autoridad, principio o conciencia moral; dispuestos a que los manejen, a hacer lo que se espera de ellos, a encajar sin dificultad en la maquinaria social; a los que se pueda guiar sin recurrir a la fuerza, conducir sin líderes, impulsar para cumplir, apresurarse, funcionar, continuar.

El hombre está enajenado de sí mismo, de sus semejantes y de la naturaleza. Lo han transformado en artículo, su fuerza vital es inversión para producir el máximo de beneficio posible en las condiciones que imperan en el mercado. Las relaciones humanas son autómatas en las que cada uno basa su seguridad en el rebaño, en no diferir en pensamiento, sentimiento o acción, tratan de estar cerca de los demás, pero todos permanecen solos, con sentimiento de angustia, inseguridad y culpa cuando es imposible superar la separatidad humana.

La sociedad ofrece paliativos para ignorar conscientemente la soledad. La rutina del trabajo ayuda a no ser consciente de los deseos humanos fundamentales, del anhelo de trascendencia y unidad. Cuando la rutina no basta, busca diversión, consumir sonidos y visiones de la industria del entretenimiento; la satisfacción de comprar cosas nuevas y cambiarlas de inmediato por otras. El hombre vive en apariencia feliz; alimentado, vestido, sexualmente satisfecho; pero con contacto superficial con sus semejantes. Amor es desafío constante, no es reposo; es moverse, crecer, trabajar juntos. Armonía o conflicto, alegría o tristeza, son secundarios respecto del hecho fundamental de que dos seres se experimentan desde la esencia de su existencia, el ser uno consigo mismo, y no al huir de sí mismos.