El anuncio, lo confieso, me quita el sueño.
Ayer, el dirigente sindical del magisterio en Tamaulipas, Rigoberto Guevara, lanzó un desafío dirigido a la autoridad educativa federal, pero con alcances en lo que más cala en el ánimo de un padre de familia: en sus hijos.
El Secretario de la Sección 30 del SNTE abrió su ronco pecho y advirtió que aunque resulte “tronado” en el examen de evaluación docente, ningún profesor se quedará sin aula. “No lo permitiremos”, aseguró.
Dios mío.
¿Está consciente el líder de ese gremio de lo que significa su anuncio?
Si no lo está, malo. Si lo está, peor.
La afirmación de Guevara no es una advertencia. En mi opinión es una amenaza, un peligro para el presente y porvenir de nuestra niñez y jóvenes en formación. Imaginar a un mentor sin los conocimientos para preparar a los alumnos de instrucción básica, impuesto por prácticas políticas y no virtudes académicas, es pensar en un fracaso anunciado.
No, señor Secretario General. No coincido con usted, Tal vez se ganó el aplauso de sus representados, pero le aseguro que no se ganó el respeto de los padres de familia que confíarán la instrucción de sus pequeños en sabrá el Diablo quién.
Sin duda existen maestros altamente calificados y de excelencia. Estoy seguro que los hay y de hecho conozco a muchos profesores, damas y caballeros, con esas condiciones y vocación de servicio. Convivir con ellos es un honor.
Pero jugar el futuro de los niños a una especie de “volado” para decidir si le tocan esos buenos mentores o uno de los reprobados protegidos, no es jugar a los dados. Es, profesor Rigoberto Guevara, jugar con el futuro de miles de vidas…
NI SALINAS, CARAY
El pueblo, ese al que Andrés Manuel López Obrador define como “sabio”, desde hace mucho tiempo acuñó una frase que hoy es parte medular del refranero mexicano:
No por mucho madrugar, amanece más temprano.
Esa frase, en mi percepción, define una situación inédita en las sucesiones presidenciales de México en las que me ha tocado en suerte ser espectador como un ciudadano más. Nunca, ni siquiera en aquella elección tan cuestionada en la que el priísta Carlos Salinas de Gortari fue declarado vencedor, se ha vivido una polémica previa tan intensa como la que protagoniza en el presente el futuro mandatario nacional.
No exagero, no recuerdo en lo que me ha tocado vivir, un proceso tan autodestructivo de un Presidente Electo, con tantos señalamientos, con tantos tropiezos, con tantas contradicciones.
Y lo que es peor, con casi todas las críticas justificadas.
Hoy, Andrés Manuel es el ejemplo más claro pero lamentablemente no el más deseable, de los problemas que arroja el anticiparse en querer influir y controlar a un país sin tener el mando constitucional.
Sin embargo, esto lo digo con convicción: No quiero ver fracasar a López Obrador.
No quiero, no porque quien escribe sea uno de sus simpatizantes y mucho menos uno de sus fanáticos adoradores, sino porque para bien o para mal, junto con mis seres queridos, con mis amigos, con todos los mexicanos, navegamos con él en el mismo barco. Y lo juro: prefiero que sea para bien.
Por favor, por el amor de Dios don Andrés, serénese. Guarde en la gaveta sus enconos, sus obsesiones y sus revanchismos. Déjelos dormir el sueño que necesitan para que no sean anclas en el camino de nuestro país.
¿Quiere consultar al sabio pueblo?…Hágalo sí, pero sólo como un factor para optimizar decisiones nacidas de estudios profesionales, de experiencias sólidas, del sentido común, del conocimiento de la realidad económica del país.
Es sólo un intento de reflexión. Total, lo peor que puede pasar es que se quede en un buen deseo…
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