Nuestra ciudad, pese a todo, está viva y tiene a sus hijos que día a día queremos verla mejor, en aspectos decorativos, administrativos y de toda índole.
Victoria necesita atención y lo sabemos, porque gobernar, no es llegar al 17 Hidalgo y hacerse el divino y no bajar nunca al suelo de los mortales victorenses para sentirnos como ellos.
Es algo más que apartar lugares para sus cuates frente a la Presidencia Municipal, dejando a un lado esos sentimientos de virreinalismo que ofenden a los demás.
En Victoria requerimos servidores públicos que realmente quieran al lugar, o como dicen algunos: “que se pongan la camiseta”, y entreguen su fuerza de trabajo con entusiasmo a las labores de administración de los recursos que por la vía de los impuestos vamos dejando los victorenses, para que sean empleados en adquisición e bienes para servicio, pago de los mismos servicios o algo de lo mucho que nos hace falta.
Y para ello, una de las acciones más sobresalientes es, sin duda alguna, el caminar entre las calles: conocer qué se siente cruzar el 17 o caminar por el mercado Argüelles para sentir las necesidades y enfrentarlas.
O como dijera un buen amigo: darnos baños de pueblo.
Y debeos ser críticos y aceptar la crítica, porque muchos de nosotros hemos sido observadores agudos de la falta de obra municipal y la falta de talento e inteligencia de parte de nuestros funcionarios, pero otros hemos visto sus aspectos positivos, y para que otra vez nos podamos vanaglorias de lo que tenemos, es necesario tomarlo en cuenta como es, sin apasionamientos, sin negligentes pensamientos y sin rencores u odios.
Queremos ver nuestras calles relucientes de limpias y sin baches, sin las tremendas fugas de agua que son visibles por toda nuestra geografía, y dañan el poco pavimento bueno que tenemos, propiciando una serie de agujeros criminales llamados “baches”, motivo de muchas frases y palabras no adecuadas por parte del contribuyente.
También queremos ver nuestras calles sin tanto banco y cosas que evitan que nos estacionemos en sitios que la gente aparta como suyos, y desconociendo totalmente el reglamento que asegura, no son las calles propiedad de nadie. Estacionarnos en cualquier sitio sin estar preocupados porque la gente salga y delinca dañando nuestros vehículos en represalia por haber osado pararnos frente a ´”su” casa.
Ya es hora de ver a los agentes de tránsito fuera de la Secundaria Álvaro Obregón poniendo orden ante una anarquía propiciada por nosotros mismos, y exigiendo se cumpla la ley, con energía, educación y firmeza.
Necesitamos que las leyes se cumplan, y que los que recogemos hijos en las escuelas del municipio lo hagamos de una manera rápida y diligente.
Somos ese grupo de más de 300 mil victorenses que luchamos día a día porque estén en buenas condiciones nuestras calles y más, y que podamos volver a sentirnos orgullosos de esta ciudad amable que tuvimos y que merecemos tener de nuevo.
Y para lograrlo, tenemos que ser cómplices de funcionarios comprometidos con su ciudad, que sepan lo que es manejarse como servidor público y se la crean y actúen como tales, y dejen de pensar en llevarse más dinero del que hace ya falta.
Se necesitan mecanismos de vigilancia de los recursos para que no haya necesidad de estar denunciando malos manejos: que la gente comprometida con Victoria no haga chanchullos porque sabe que sus servicios actuales serán de calidad.
Y para ello, se abre la convocatoria: ¿quién podrá gobernar Victoria adecuadamente? Considerando las necesidades y los recursos, las ganas de hacer bien las cosas, abierto a la crítica y eficiente, comprometido y con carácter de servidor público.
Porque es una cosa segura: quienes encabezan hoy la administración no pudieron con el paquete: les quedó grande el sombrero, pues.

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