La semana que acaba de pasar fue verdaderamente maravillosa para mí, ya que la memoria de mi querido padre fue exaltada durante todas las actividades alrededor del Torneo de Golf de Fundación Mi Chante en Tijuana.
Tuve una serie de reuniones que me dejaron profundamente contento. En Tijuana tengo muchos amigos, y en todo momento me sentí especial gracias a la increíble hospitalidad y atenciones recibidas.
El martes cené en un restaurante fenomenal llamado Casa Zobarota con mi querido amigo Fernando Beltrán. Fernando es un caso muy especial de éxito. Lo conocí cuando ambos comenzábamos en el mundo del boxeo: yo, como hijo de Don José, siempre cerca para apoyarlo, y él, como joven promotor, iniciando la carrera del ahora Salón de la Fama, Erik “Terrible” Morales. Beltrán, vestido con jeans, botas vaqueras y una chamarra, llegaba a ver a mi papá buscando llevar a Erik a una pelea de campeonato. Desde entonces nos caímos muy bien, y hemos tenido la dicha de gozar de una gran amistad, con sus altos y bajos, pero siempre con cariño y respeto. Pasamos una noche inolvidable, recordando anécdotas y solidificando nuestros lazos de amistad.
Al día siguiente fue la conferencia de prensa del torneo. Don Abelardo Peña convocó a medios, patrocinadores y amigos para dar a conocer los pormenores de esta quinta edición del torneo, que recauda fondos para apoyar a atletas mexicanos. Cabe destacar que muchos de los becarios ya han logrado éxitos en Juegos Olímpicos, Panamericanos y campeonatos mundiales en diversas disciplinas.
Ese mismo día tuve el honor de conocer en persona al Ing. Jorge Hank Rhon, acompañado por su hijo Juan Carlos, quien está incursionando en el boxeo con planes maravillosos. Había escuchado el mito de un tequila muy especial, una bebida preparada con componentes secretos que incluyen víbora, alacrán y otras sustancias que lo hacen único y místico. Pues lo probé, mientras disfrutaba del relato de su historia por parte del Ing. Hank. Una plática amena, llena de experiencias de vida que me dejaron grandes lecciones.
Muy temprano el jueves, mi querido Juan Carlos Pelayo, conocido por todos como “El Líder”, ya estaba listo para irnos al Club Campestre. Al llegar, fui recibido por el gran campeón Erik Morales, un grupo de amigos, y Jorge Corral, presidente de PGA México. Tras el registro, me dirigí a calentar y ahí me encontré con nuestro supercampeón Saúl “Canelo” Álvarez, quien asistió para participar en este torneo en memoria de Don José.
Los Sulaimán Saldívar somos peloteros, crecimos en campos de béisbol, pero he jugado golf de vez en cuando. La verdad, soy más malo que la carne de puerco, como dicen por ahí. Me tocó dar la salida para arrancar el torneo y, claro, con cámaras y todos viendo, pasó lo inevitable… ¡Pinky! Así le dicen cuando la bola no llega ni a la marca de salida de las damas…
Nuestro grupo fue maravilloso: Pelayo, Erik y tres grandes personas: Fernando Rodríguez, del viñedo Cetto; Miguel Romero; y José Parra.
La organización del torneo fue espectacular. En cada hoyo había deliciosa comida: tacos, botanas, quesadillas y la mejor carne asada de México, carne de Sinaloa. Obviamente, cervecita, tequila, mezcal y un clamato de fórmula privada que me encantó y ya se está distribuyendo en varios estados del país.
Hubo activaciones y dinámicas muy divertidas, un ambiente familiar y sencillo, lleno de camaradería, muchas risas y momentos entrañables. Fue un día inolvidable, con incontables personas compartiéndome recuerdos de mi papá, cómo dejó huella, y cómo sigue tan presente, aún once años después de haber emprendido el camino sin retorno.
Y como debía haber justicia, ya en el hoyo 17, uno antes del final, quedamos lejos del hoyo, en las barbas del green. Pelayo me dijo: “Tú acércala para que yo arriesgue después”. Pues tomé el putter, hice el tiro… ¡y para adentro! El mejor tiro de mi vida, que borró todos mis malos golpes anteriores.
La comida de premiación fue muy bonita: gran ambiente, buena música, deliciosa comida y estupendos premios. Se subastó un cinturón de campeón mundial donado por el WBC para la causa, y mi querido Frank Carrillo fue quien lo ganó con una generosa aportación para la fundación. En una escala al baño, vi a dos señoritas muy serias vendiendo boletos para una rifa. Me detuve, compré… ¡y me saqué un viaje a la playa!
Mi gratitud a Don Abelardo Peña, su familia y a todos los miembros de Fundación Mi Chante. Agradezco también a todos los patrocinadores, especialmente a Víctor López de Electrocarros de México, a todos los jugadores que hicieron posible este evento y, muy especialmente, a mis queridos Erik y Canelo, quienes me acompañaron para poner en alto al boxeo en un evento del deporte hermano: el golf.
¿Sabías que…?
Canelo es un gran atleta. Además de ser el mejor boxeador del mundo actualmente, también es un extraordinario golfista. Ha encontrado en el golf una competencia interminable contra sí mismo, una disciplina que le permite concentrarse y relajarse. Ya ha participado en torneos internacionales y no dudo que, cuando llegue el momento de colgar los guantes, lo veremos representando a México también en el golf profesional.
Anécdota de hoy…
Mi papá vivió una vida muy limpia. No tomaba, no fumaba, no era pachanguero. Su único vicio era la comida. Una vez regresó de Tijuana, luego de intentar convencer a Julio César Chávez de ingresar a rehabilitación. En la comida familiar del domingo, nos contó de una reunión con el Ing. Jorge Hank: “Qué bien me cayó este joven. Pero ay, mijito, me empezó a contar de un tequila con fórmula china… ¡y que saca una botella con todo tipo de animales adentro! Me sirvió en un caballito y pues no me quedó de otra… ¡pa’ dentro! Yo creo que pensó que me iba a negar, pero recordé lo que mi padre me dijo desde niño: Un Sulaimán nunca se raja”.