Vivir en Ciudad Victoria es un deporte extremo. Y no, no lo digo por el calor que hace en agosto, que también. Lo digo porque aquí la vida se vive con una intensidad diferente. Tenemos esa capacidad única de pasar de la preocupación a la euforia en cuestión de minutos. Y si hay algo que encarna perfectamente esa montaña rusa emocional, es nuestro Correcaminos.

 

Hablemos claro, raza. Llevamos años —demasiados— comiendo tierra. Ver al “Corre” arrastrarse por la Liga de Expansión ha sido doloroso. Hemos visto pasar técnicos como si fuera una pasarela de modas: ¡12 entrenadores en 5 años!. Eso no es un proyecto deportivo; es un caos.

 

Pero este diciembre… ay, este diciembre se siente distinto.

 

No sé si es el frío del frente norte o qué, pero hay un aire de renovación. La directiva ha salido a dar la cara y ha dicho: “Se acabó la fiesta”. Van por 10 refuerzos para el Clausura 2026. Y no están trayendo relleno. La llegada de Edson Reséndez a la portería me parece un acierto brutal. El tipo sabe lo que es ser campeón. Sabe mandar. Y eso es lo que nos ha faltado: liderazgo.

 

También suenan nombres como Andrés Catalán. Jugadores que conocen la división, que no vienen a pasear. El presidente del club, Armando Arce, lo dijo clarito: quieren calidad, no cantidad en los extranjeros. “A lo mucho cuatro”, dijo. Y está bien. Porque la afición de Victoria ya no se traga el cuento del “fichaje bomba” que viene a cobrar y se va a los seis meses. Queremos gente que sude la camiseta, que se parta el alma en el Marte R. Gómez.

Y miren, yo sé que el fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes. Pero no podemos separar al equipo de lo que pasa en la calle. Tamaulipas está viviendo un momento clave.

 

Acabamos de ver la toma de protesta del nuevo Fiscal de Justicia, Jesús Eduardo Govea. Y sus palabras resuenan fuerte: promete una “sacudida” en la institución. Habla de ampliar la policía investigadora, de limpiar la casa. Hay una sensación paralela entre lo que pasa en el gobierno y lo que pasa en el equipo: la necesidad urgente de poner orden.

 

La gente en la calle está cansada de la inseguridad, de los “baches” (tanto literales como metafóricos) y de la impunidad. Y curiosamente, el éxito del Correcaminos siempre ha sido un bálsamo para la ciudad. Cuando el equipo gana, Victoria sonríe. Es como si los problemas pesaran un poquito menos el lunes por la mañana.

 

El Rector de la UAT, Dámaso Anaya, ha dicho que el objetivo es volver a Primera División. Algunos dirán que es un sueño guajiro. Yo digo que es el sueño que necesitamos para no volvernos locos. ¿Se imaginan? ¿El Correcaminos recibiendo al América o a las Chivas otra vez? Se me pone la piel chinita solo de pensarlo.

Por supuesto, no soy ingenuo. He visto muchas pretemporadas prometedoras que terminan en desastre. La salida de Giovanni Hernández, por ejemplo, nos deja un sabor agridulce. Era un chavo con talento, pero nunca terminó de explotar aquí. Es el recordatorio de que en el fútbol, el talento sin disciplina o sin un buen proyecto, no sirve de mucho.

 

Ahora, con Gustavo “Chavo” Díaz en el banquillo, la moneda está en el aire. ¿Tendrá la mano dura para manejar un vestidor con 10 caras nuevas? Eso es un reto bravo.

En este mundo moderno, donde todo se mide y se analiza, donde sitios como ApuestasGuru nos dan probabilidades frías sobre quién gana y quién pierde, yo sigo creyendo en el factor humano. Sigo creyendo en que la mística del Marte R. Gómez pesa.

 

El Rugido de Victoria: La Esperanza Naranja para el Clausura 2026

 

Este Clausura 2026 trasciende la simple competición; se alza como una promesa de renacimiento, una oportunidad de oro para la redención que el Club de Fútbol Victoria y su inquebrantable afición tanto anhelan y merecen. No es un torneo más en el calendario; es el punto de inflexión.

 

Hemos sido testigos y hemos resistido estoicamente temporadas de sequía, de derrotas amargas y de gestiones cuestionables. Hemos aguantado las malas rachas y, seamos honestos, las muy malas. Nuestra fe ha sido puesta a prueba una y otra vez, y, sin embargo, aquí estamos, listos para un nuevo inicio. El “aguante” ha sido nuestra divisa, pero la paciencia tiene un límite, y la esperanza, un motor poderoso.

 

Ahora, con la nueva directiva y los cambios en el banquillo, se abre una nueva era. A nosotros, la afición, nos toca jugar nuestro papel con la misma pasión de siempre, pero con una renovada exigencia. Exigir entrega, compromiso y resultados en la cancha, sí, pero también es crucial recordar que somos el pulmón del equipo. Debemos transformarnos en un apoyo incondicional, una marea naranja que empuje desde las tribunas en cada partido, en cada minuto.

 

El Eje de la Reconstrucción: Govea y el “Chavo” Díaz

 

La clave de esta esperada revolución recae en dos nombres que personifican la dualidad entre la gestión administrativa y la táctica deportiva. Por un lado, tenemos a Govea, el nuevo líder en la dirección, cuya misión es poner orden en las estructuras del club, en los despachos, en las finanzas: en “las calles” del aparato institucional. Su visión es sanear y fortalecer las bases para que el proyecto sea sostenible.

 

Por el otro lado, en el césped, está el “Chavo” Díaz. El estratega que tiene la encomienda de trasladar ese orden al campo de juego, de tejer un esquema táctico sólido, de inyectar disciplina y mentalidad ganadora al plantel. Si esta sinergia funciona, si la limpieza institucional de Govea se complementa con la garra y la estrategia del “Chavo” Díaz, el camino hacia el éxito está trazado.

 

El Llamado a la Afición

 

Es momento de dejar el escepticismo de lado. Así que, la invitación es clara, casi un rito de iniciación para este nuevo ciclo:

  1. Saquen la playera naranja del cajón. Desempolven el uniforme de batalla, el que lleva el escudo de nuestro orgullo.
  2. Plánchenla. Que esté impecable, lista para ser vestida con la dignidad y el fervor que representa.
  3. Prepárense para rugir.

Si la visión de orden se materializa, si la disciplina permea en cada línea del equipo, el 2026 no será un año más. Será el año en que el Estadio Victoria, nuestro templo, vuelva a vibrar, a temblar con el gol y con la victoria. El año en que Victoria, nuestra ciudad y nuestro equipo, vuelva a rugir con la fuerza de un campeón. Y después de tantos sacrificios, ¡vaya que nos lo merecemos! La cuenta regresiva ha comenzado.