Silicon Valley Bank es el banco más grande en desplomarse en EE.UU. desde la crisis financiera de 2008 y su caída hizo temer por un momento un nuevo colapso en cadena como el que sacudió entonces a la economía mundial. En apenas tres días, dos bancos cayeron en picada y se vieron obligados a poner fin a sus operaciones.

Pero ¿Qué fue lo que pasó? Las alarmas saltaron el pasado miércoles, cuando las autoridades del Silicon Valley Bank (SVB), anunciaron que necesitaban recaudar US$2,250 millones para cubrir pérdidas. Esto generó el pánico de sus clientes, quienes a finales del día siguiente habían sacado hasta US$42,000 millones de sus depósitos, dejando a la entidad en una situación insostenible. Los reguladores estadounidenses no tuvieron más remedio que cerrar el viernes el banco y tomar el control de los depósitos de sus clientes. Intentando evitar que se produjera una crisis de confianza en el sistema bancario, el domingo la Reserva Federal estadounidense, que ejerce de banco central del país, anunció que garantizará todos los depósitos del banco conteniendo, por el momento, el pánico.

Según expertos, dos factores principales han sacudido al banco en el último año: la caída del valor de las acciones de las empresas tecnológicas y la agresiva subida de los tipos de interés en Estados Unidos para hacer frente a la inflación. El banco había comprado en los últimos dos años, con los depósitos de los clientes, una gran cantidad de bonos de renta fija, una inversión que habitualmente se considera segura. Sin embargo, cuando suben los tipos de interés, los pecios de los bonos descienden, por lo que la inversión de SVB perdió valor.

Las autoridades de EE.UU. han querido poner todo su peso para calmar los mercados. El mismo domingo por la noche, Janet Yellen, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, y el presidente de la FDIC, Martin Gruenberg, aseguraron en un comunicado conjunto que todos los clientes, incluidos aquellos cuyos fondos exceden el nivel máximo asegurado por el gobierno, serán resarcidos.

Parecería que el pánico ha sido controlado, pero lo ocurrido muestra una vez más, lo frágil que ante entornos inciertos y volátiles pueden resultar las instituciones financieras, así como lo irracional de la conducta económica.